Para nadie es un secreto que
el actual gobierno ha estado sistemáticamente en contra de
la transferencia de responsabilidades y competencias a los
estados y municipios. Ya desde la primera campaña electoral,
el presidente Chávez dejó muy claro que no estaba de acuerdo
con el proceso de descentralización que vivió el país desde
finales de los ochenta. Tal rechazo ha sido una de las
constantes de esta gestión.
El hecho de que la Asamblea Nacional Constituyente (1999)
aprobara en el artículo 4 que la República Bolivariana de
Venezuela es un "Estado federal descentralizado" fue un
acuerdo político que sobrepasó la posición del gobierno.
Está ahora claro que esa no era su visión de las cosas. Para
este gobierno lo mejor hubiera sido que se aprobara a la
República como Estado unitario centralizado.
En estos diez años, como con muchas disposiciones
constitucionales, el actual gobierno simplemente se hizo de
la vista gorda. No existió ninguna vocación por el Estado
federal descentralizado. Nunca se convocó al Consejo Federal
de Gobierno, órgano encargado de la planificación y
coordinación de políticas y acciones para el "desarrollo del
proceso de descentralización y transferencia de competencias
del Poder Nacional a los Estados y Municipios". En la
práctica el proceso de descentralización fue completamente
obstaculizado.
Hasta esta semana el gobierno no se había atrevido a
formalizar su rechazo al Estado federal descentralizado.
Algunas de las leyes que planteaban la reversión de
servicios, como en el caso de sector salud, no han sido
aprobadas. Todo lo cual es un reflejo de que en el interior
del "proceso" no ha habido consenso sobre este aspecto.
Los resultados de las elecciones del 23 de noviembre de 2008
han obligado al gobierno nacional a llevar las cosas más
lejos. No cabe duda del rol que tiene en todo esto la
aparición de liderazgos competitivos en los gobernadores y
alcaldes de la alianza democrática. Ellos tienen peso propio
en sus comunidades y hacen esfuerzos para impulsar gestiones
efectivas, a pesar de todas las maniobras oficialistas para
impedirlo.
En este empeño antifederal el gobierno ha sobrepasado los
límites. Es en la propia Constitución de 1999 donde se
establece (en el artículo 164) que las vías terrestres
estadales y la administración de carreteras nacionales,
puertos y aeropuertos comerciales, son competencias
exclusivas del Poder Público Estadal. Según el
Diccionario de la Lengua Española, exclusivo es "único,
solo, que excluye a cualquier otro". De manera que ningún
otro Poder Público, según la Constitución de 1999, tiene
competencia sobre estas materias.
La Asamblea Nacional, en un acto claramente
anticonstitucional, ha modificado la Ley Orgánica de
Descentralización, Delimitación y Transferencia de
Competencias del Poder Público, para devolver las vías
terrestres, los puertos y aeropuertos a la competencia del
Poder Público Nacional. Ya algunos gobernadores de estados
han solicitado recursos de amparo ante la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo sobre esta materia. La
ausencia de equilibrio de poderes en el país deja muchas
dudas sobre la independencia de los magistrados para
expresar opiniones contrarias a las del Poder Ejecutivo.
Como resultado de todo lo anterior, el país vive
circunstancias difíciles. Nuevamente se irrumpe contra las
reglas de convivencia democrática para aumentar la
concentración de poder presidencial. Nuevamente, como en los
últimos veinte años, los estados y municipios saldrán a
defender al Estado federal descentralizado.
margonza@usb.ve