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Marginal (I) 
por Alexis Márquez Rodríguez

domingo, 26 septiembre 2004


 

Para mi amiga Gisela Ortega
 


La mucha frecuencia con que se usan los vocablos marginal y marginalidad, unida a otros factores, ha hecho que ese uso resulte  a menudo bastante equívoco. De hecho no es fácil definir con exactitud ambos términos, entre otras razones porque la dinámica  económico-social de los últimos tiempos ha tenido el efecto de que los conceptos con ellos señalados hayan sufrido importantes cambios.

En relación con el concepto que por ahora nos interesa, el DRAE da de ambos vocablos definiciones muy vagas e imprecisas. De marginal dice, en su 4ª acepción: ³Dicho de una persona o de un grupo: Que vive o actúa, de modo voluntario o forzoso, fuera de las normas sociales comúnmente admitidas², y de marginalidad: ³Falta de integración de una persona o de una colectividad en las normas sociales comúnmente admitidas².

Lo primero que debemos observar es que, de acuerdo con lo  que comúnmente entendemos por marginal, a nadie en su sano juicio se le va a ocurrir vivir ³voluntariamente² en esas condiciones. Por otra parte, ambas definiciones son tan generales, que entran  dentro de ellas numerosos casos que, estrictamente hablando, no corresponden a lo que uno empíricamente considera que es marginal y marginalidad.

Tampoco los diccionarios especializados dan definiciones  plenamente satisfactorias de ambos vocablos, principalmente  porque, desde el punto de vista de las ciencias sociales cada autor  tiene su propio criterio al respecto, y sobre esa base ensaya su particular definición.

Una de las definiciones, de las muchas leídas, que más se aproximan, a mi juicio, a lo que comúnmente se intuye, más que se piensa, como marginal es la de Gino Germani: ³Šsectores de la población segregados en áreas no incorporadas al sistema de servicios urbanos en viviendas improvisadas y sobre terrenos ocupados ilegalmente² (G. Germani: El concepto de marginalidad. Nueva Visión. Buenos Aires; 1973. p. 12. Cit. por Diccionario de Ciencias Sociales. Instituto de Estudios Políticos. Tomo II. Madrid; 1976. p. 147).

Quizás la falla principal de esta definición está en que reduce el fenómeno de la marginalidad al medio urbano, a las ciudades más o menos grandes, y un criterio más actual es que, si bien el problema se plantea con mayor dramatismo y notoriedad en las grandes ciudades, ya la marginalidad no puede limitarse sólo a las ciudades, pues también se produce en muchas zonas rurales.

En todo caso, creo que el punto crucial para una definición de la marginalidad reside en la exclusión compulsiva, nunca voluntaria, de individuos y grupos de personas del disfrute de los servicios básicos e imprescindibles para la sobrevivencia en cualquier tipo de sociedad. No sólo porque dichos servicios no existan, sino también porque, existiendo, aquellos individuos y grupos no tienen acceso a ellos. ¿Cuáles son esos servicios básicos e imprescindibles?: trabajo remunerado, alimentación, vivienda, salud y cultura, por lo menos. Dentro del concepto de cultura incluyo la educación sistemática, escolarizada; la recreación, esta última tanto en lo que toca a la producción cultural propia (música, artes plásticas, literatura, teatro), como en lo que toca al goce  del producto cultural de los demás; y el deporte, el que se practica directamente y el que se disfruta como espectáculo. También en el concepto de cultura, y específicamente en la educación, debe incluirse el aseo personal, aunque en estrecha relación con la idea de salud.

De tal modo que, un sujeto marginal es aquel que no tenga trabajo fijo y remunerado, lo cual le impide ganar el dinero necesario para alimentarse y alimentar debidamente a quienes dependan de él, por lo que también carece de vivienda propia o alquilada en condiciones mínimas de habitabilidad, lo mismo que de la asistencia médica elemental para conservar la salud suya y de sus  dependientes, que no asiste a la escuela ­generalmente es analfabeta, aunque no siempre­ ni tiene posibilidad de producir  ninguna clase de manifestación artística en condiciones que no sean las más rudimentarias, ni de disfrutar de alguna forma de recreación (cine, televisión, radio, teatro, deporte, etc.).          
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