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Del machete de Noriega al bate de Chávez
por Luis DE LION

lunes, 9 agosto 2004


Luego de la fracasada intentona golpista del 4 de febrero 1992, la primera imagen que del teniente Hugo Chávez nos envió la televisión, me hizo pensar en Manuel Antonio Noriega. Las similitudes entre los personajes me vinieron a la cabeza de forma instantánea, y mi impresión se comparaba en cierto modo al sentimiento que tuvo la prensa española que para aquél entonces catalogaba al golpista teniente Chávez como un bobo feroz. 

Dirán ustedes que muchos – en especial los articulistas - le encuentran similitudes a Chávez, con cuanto sátrapa ande o haya andado por éste mundo. Pero amigos lectores, sin quitarles la razón, siempre he encontrado muchas semejanzas entre los personajes en cuestión, específicamente analogías de orden político-histriónico, porque si de algo se trata, es que Noriega y Chávez han sido unos militares bufones y unos histriones de la política. 

Manuel Antonio Noriega mejor conocido como cara de piña, en razón de las cicatrices que le dejaron en su rostro las picadas de viruela, es un militar de carrera egresado de la Academia Militar de Chorrillos en Perú (donde también cursó estudios Marcos Pérez Jiménez); gracias a su amistad con Omar Torrijos, al éste apenas asumir en 1969 como presidente, nombró a Noriega jefe de los Servicios Secretos de Panamá. Un ascenso vertiginoso. Torrijos muere en un accidente de aviación en 1981, y para 1983 Noriega toma el control de las Fuerzas Armadas proclamándose General. En lo sucesivo, Noriega fue acaparando para sí mismo todos los poderes de la nación panameña, institucionalizando de esa manera la corrupción y la impunidad. Lo mismo que lograra Chávez en Venezuela, pero valga la aclaratoria, que todo fue de manera impecable y asquerosamente democrática. 

En 1984, organizó un primer fraude electoral que favoreció al partido PRD, de allí en adelante Noriega rompe los estrechos nexos que lo ataban a la CIA, y más tarde es acusado por los Estados Unidos de mantener relaciones con el narcotráfico, y sin embargo, conserva su poder dictatorial hasta finales de 1989. Durante ese tiempo Noriega igualmente mantenía nexos muy estrechos con Fidel Castro, al punto que en los años previos a la caída de Noriega, éste le había hipotecado los Servicios Secretos panameños, al G2 cubano. 

Chávez por su parte, entre 1999 y 2004, acaparó todos los poderes del Estado venezolano, rompió con casi todas las fuerzas políticas que le apoyaron, es acusado de manera reiterada de mantener nexos con la guerrilla colombiana, y su exótica y estrecha relación con Fidel Castro inquieta a una gran mayoría de venezolanos. 

Noriega, se convirtió en el portavoz de un falso nacionalismo; aprovechándose del idealismo de ciertos grupos de izquierda, con la complicidad del PRD, de los militares y de los batallones de la dignidad, estos últimos eran el equivalente de los Círculos Bolivarianos. De esa manera, Noriega arrastró a su país a una vorágine suicida, pueril y estéril; llegando al punto de declararle la guerra a Estados Unidos con machete en mano, en unos de esos ataques emotivos, muy similares a los del presidente Chávez quien en lugar del machete, esgrime el bate de Sammy Sosa. 

En 1989, Noriega intenta su segundo fraude electoral, en unos comicios en los que claramente había triunfado la coalición opositora, liderada por el arnulfismo, la democracia cristiana y los liberales. Luego, Noriega comenzó a actuar con mayor crueldad contra los opositores, recurriendo a métodos cada vez más represivos, lo que le aislaba y debilitaba internacionalmente. En ese sentido recuerdo una anécdota del recientemente fallecido decano de la Facultad de Derecho de la UCV, Boris Bunimov Parra, quien asistió en 1989 a las elecciones presidenciales panameñas en calidad de observador internacional; Bunimov contaba que había pruebas de que Noriega le había ordenado a los militares panameños – quienes no tenían derecho al voto – que votaran en dichas elecciones, y que lo hicieran por el candidato oficialista. Los militares acataron la orden de ir a votar, pero estos una vez sintiéndose protegidos por el secreto del voto, votaron por la oposición. 

Evidenciada la derrota electoral, Noriega decidió anular las elecciones, reprimió a los civiles, coartó de manera estricta la libertad de expresión, implantando un verdadero régimen de terror. 

Ante los rumores de una inminente invasión por parte de los Estados Unidos, una y otra vez, directa e indirectamente, se le propuso a Noriega que buscara una salida democrática y abandonara cuanto antes el Palacio de las Garzas. "Este castillo - decía Noriega - no tiene escalera de incendios. O nos salvamos todos o morimos todos abrasados." 

El 20 de diciembre de 1989, George Bush padre, ordena la invasión de Panamá a través de la operación “Causa Justa”; con bombardeos y víctimas mediante, que muy bien pudieron evitarse. Y para los primeros días del mes de enero de 1990, el otrora desafiante Noriega, el hombre del machete, pedía asilo cobijándose bajo la sotana del Nuncio Apostólico. Las mismas vestiduras a las que Chávez recurrió en la madrugada del 12 de abril 2002. 

Cara de piña, purga en la actualidad una condena de 40 años de prisión en Miami. Entrando así al selecto grupo de bravucones antiimperialistas, cobardones, que no se baten a tiros, al igual que Milosevic y Hussein. Por cierto que de bravuconerías espichadas Hugo Chávez nos dio una primera muestra el 4-F 92 y la segunda el 11-A 2002. 

El régimen de Chávez y su bate, suma hoy importantes e innegables similitudes de forma y fondo, respecto al régimen de Noriega y su machete. Para el presidente Chávez, el venidero 15 de agosto trae consigo, una ineludible y definitiva encrucijada electoral. Pase lo que pase ese día, la ocasión habrá sido propicia para que los venezolanos, constatemos realmente de una vez por todas, cuanto tiene dentro de sí  de demócrata y de militar golpista, el personaje Hugo Chávez.                                                      Imprima el artículo Subir Página