Luego
de la fracasada intentona golpista del 4 de febrero 1992, la
primera imagen que del teniente Hugo Chávez nos envió la
televisión, me hizo pensar en Manuel Antonio Noriega. Las
similitudes entre los personajes me vinieron a la cabeza de forma
instantánea, y mi impresión se comparaba en cierto modo al
sentimiento que tuvo la prensa española que para aquél entonces
catalogaba al golpista teniente Chávez como un bobo feroz.
Dirán ustedes que muchos – en especial los articulistas - le
encuentran similitudes a Chávez, con cuanto sátrapa ande o haya
andado por éste mundo. Pero amigos lectores, sin quitarles la
razón, siempre he encontrado muchas semejanzas entre los
personajes en cuestión, específicamente analogías de orden
político-histriónico, porque si de algo se trata, es que Noriega y
Chávez han sido unos militares bufones y unos histriones de la
política.
Manuel
Antonio Noriega mejor conocido como cara de piña, en razón de las
cicatrices que le dejaron en su rostro las picadas de viruela, es
un militar de carrera egresado de la Academia Militar de
Chorrillos en Perú (donde también cursó estudios Marcos Pérez
Jiménez); gracias a su amistad con Omar Torrijos, al éste apenas
asumir en 1969 como presidente, nombró a Noriega jefe de los
Servicios Secretos de Panamá. Un ascenso vertiginoso. Torrijos
muere en un accidente de aviación en 1981, y para 1983 Noriega
toma el control de las Fuerzas Armadas proclamándose General. En
lo sucesivo, Noriega fue acaparando para sí mismo todos los
poderes de la nación panameña, institucionalizando de esa manera
la corrupción y la impunidad. Lo mismo que lograra Chávez en
Venezuela, pero valga la aclaratoria, que todo fue de manera
impecable y asquerosamente democrática.
En
1984, organizó un primer fraude electoral que favoreció al partido
PRD, de allí en adelante Noriega rompe los estrechos nexos que lo
ataban a la CIA, y más tarde es
acusado por los Estados Unidos de mantener relaciones con el
narcotráfico, y sin embargo, conserva su poder dictatorial hasta
finales de 1989. Durante ese tiempo Noriega igualmente mantenía
nexos muy estrechos con Fidel Castro, al punto que en los años
previos a la caída de Noriega, éste le había hipotecado los
Servicios Secretos panameños, al G2 cubano.
Chávez por su parte, entre 1999 y 2004, acaparó todos los poderes
del Estado venezolano, rompió con casi todas las fuerzas políticas
que le apoyaron, es acusado de manera reiterada de mantener nexos
con la guerrilla colombiana, y su exótica y estrecha relación con
Fidel Castro inquieta a una gran mayoría de venezolanos.
Noriega, se convirtió
en el portavoz de un falso nacionalismo; aprovechándose del
idealismo de ciertos grupos de izquierda, con la complicidad del
PRD, de los militares y de los batallones de la dignidad, estos
últimos eran el equivalente de los Círculos Bolivarianos. De esa
manera, Noriega arrastró a su país a una vorágine suicida, pueril
y estéril; llegando al punto de declararle la guerra a Estados
Unidos con machete en mano, en unos de esos
ataques emotivos, muy similares a los del presidente Chávez quien
en lugar del machete, esgrime el bate de Sammy Sosa.
En
1989, Noriega intenta su segundo fraude electoral, en unos
comicios en los que claramente había triunfado la coalición
opositora, liderada por el arnulfismo, la democracia cristiana y
los liberales. Luego, Noriega comenzó a actuar con mayor crueldad
contra los opositores, recurriendo a métodos cada vez más
represivos, lo que le aislaba y debilitaba internacionalmente. En
ese sentido recuerdo una anécdota del recientemente fallecido
decano de la Facultad de Derecho de la UCV, Boris Bunimov Parra,
quien asistió en 1989 a las elecciones presidenciales panameñas en
calidad de observador internacional; Bunimov contaba que había
pruebas de que Noriega le había ordenado a los militares panameños
– quienes no tenían derecho al voto – que votaran en dichas
elecciones, y que lo hicieran por el candidato oficialista. Los
militares acataron la orden de ir a votar, pero estos una vez
sintiéndose protegidos por el secreto del voto, votaron por la
oposición.
Evidenciada
la derrota electoral, Noriega decidió anular las elecciones,
reprimió a los civiles, coartó de manera estricta la libertad de
expresión, implantando un verdadero régimen de terror.
Ante los rumores de una inminente invasión por parte de los
Estados Unidos,
una y otra vez, directa e indirectamente, se le propuso a Noriega
que buscara una salida democrática y abandonara cuanto antes el
Palacio de las Garzas. "Este castillo - decía Noriega - no tiene
escalera de incendios. O nos salvamos todos o morimos todos
abrasados."
El
20 de diciembre de 1989, George Bush padre, ordena la invasión de
Panamá a través de la operación “Causa Justa”; con bombardeos y
víctimas mediante, que muy bien pudieron evitarse. Y para los
primeros días del mes de enero de 1990, el otrora desafiante
Noriega, el hombre del machete, pedía asilo cobijándose bajo la
sotana del Nuncio Apostólico. Las mismas vestiduras a las que
Chávez recurrió en la madrugada del 12 de abril 2002.
Cara de piña,
purga en la actualidad una condena de 40 años de prisión en Miami.
Entrando así al selecto grupo de bravucones antiimperialistas,
cobardones, que no se baten a tiros, al igual que Milosevic y
Hussein. Por cierto que de bravuconerías espichadas Hugo Chávez
nos dio una primera muestra el 4-F 92 y la segunda el 11-A 2002.
El
régimen de Chávez y su bate, suma hoy
importantes
e innegables similitudes de forma y fondo, respecto al régimen de
Noriega y su machete. Para el presidente Chávez, el venidero 15 de
agosto trae consigo, una ineludible y definitiva encrucijada
electoral. Pase lo que pase ese día, la ocasión habrá sido
propicia para que los venezolanos, constatemos realmente de una
vez por todas, cuanto tiene dentro de sí de demócrata y de
militar golpista, el personaje Hugo Chávez.