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Aterrizaje forzoso
por Macky Arenas
viernes, 27 febrero 2009


A veces nos consolamos con rebautizar algunos conceptos. Ahora al fraude lo llaman ventajismo. Bueno, sea. Lo cierto es que para quienes levitaban por los aires del triunfo, resulta que ahora tenemos la venia legalizada para la imposición de un proyecto socialista y la demolición del eje democrático como es la alternabilidad en el poder.

Para aquellos que creen haber propinado una derrota definitiva, es aconsejable que mediten sobre el significado real de ese país refractario representado en 5 millones de ciudadanos. Una mineralizada resistencia a lo que se acaba de autorizar por la vía de la más amañada de todas las consultas electorales que hasta hoy han tenido lugar.

Para los primeros, es importante considerar las consecuencias de legitimar al árbitro, la más dura de las cuales es la obligatoriedad de certificar los resultados. Divorciar el sistema electoral y sus recovecos de la composición del CNE es como aquél cuento de vender el sofá. Este es el escenario, el de una dictadura con antifaz democrático que consigue avanzar mediante estos arreglos mixtos: una revoltura de mecanismos democráticos con tenazas totalitarias.

Sin embargo, el que aparece ganando está vez sabe que su victoria es pírrica. Resulta que medio país los adversa frontalmente y la otra mitad debe cobrar porque si no pega la carrera. Es la tragedia de una revolución sin piso social. Una revolución que no da pie. Una revolución mercenaria que paga la adhesión con dólares del imperio. Aún así, medio país se resiste.

Esa es la lección de las urnas, la resistencia ante un proyecto excluyente para medio país. Las urnas deben ser reforzadas con otras dinámicas. No es necesaria la violencia física. Ya lo decía Ghandi: “La resistencia es provocación, porque desafía al poder”. Cuando el poder instalado violenta al pueblo, aterrizará por la fuerza en la pista de la desobediencia civil. Desobedecer, en medio de una selva de amenazas, es algo más que votar en contra. Eso nos coloca frente al meollo de la cuestión: la lucha no es principalmente electoral, es específicamente social.

Pero esas alternativas se verán con absoluta nitidez en el momento en que aterricemos en la disyuntiva: queremos que esto “se desmorone poco a poco”, que “toque fondo”, o decidimos utilizar la indiscutible legitimidad de la soberanía popular y empujar a un cambio en el país, pronto y de fondo. Ambas opciones tienen su costo, nada es de gratis. Sólo que la segunda es compartida, aún por los que votaron remolcados a favor del régimen. La primera invita a no hacer nada.

mackyar@gmail.com


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