La
demagogia es el don de hipnotizar para convencer de aquello
en lo no se cree. Mientras lo crean los demás es suficiente.
Eso permite ganar tiempo en el camino hacia un estadio en el
cual no haga falta la demagogia porque no será sino la
obediencia. Es la ruta de todo gorila, de esos que han
proliferado a lo largo de la historia.
Pero el caso es que aquello que les sirve para convencer a
las masas es insuficiente para mantenerlos fieles a sus
propias convicciones. Eso, en el entendido de que tengan
alguna distinta a mantenerse en el poder. Suelen ser pesados
y compactos como una cosa bruta. De allí que el hastío
popular los haya bautizado "gorilas". Son romos de mente,
vulgares, fanáticos de la estridencia, monumentales para no
dejar espacio a los matices. Quisieran ser dramáticos, pero
la tragedia es que ni siquiera son serios. A falta de
convicciones, el juego se agota. Y el gorila se desploma,
pesado como una vieja máquina de escribir.
Creen que después de ellos viene el diluvio y ese es el
camerino detrás del cual esconden la usurpación. Todo
fascista confunde utilidad con verdad. Se presentan como el
dique de contención de males mayores, de guerras civiles y
de apocalípticas revueltas, cuando en realidad representan
para sus pueblos lo que ellos no desean sino para sus
enemigos.
Son "mágicos" por lo versátiles, pero asombra hasta el
delirio su inconsistencia. Por eso es que no escuchan crecer
la hierba y, un buen día, amanece amotinado el rebaño que se
despierta de "creer, obedecer y luchar". Y jamás llegan a
comprender cómo fue que la ruta hacia la monarquía absoluta
los condujo directo al desván de la historia.
Cómo fue que Mussolini, soñando con ser Emperador de Europa,
terminó edecán de un cabo austríaco: Adolfo Hitler? Cómo
pudo suceder que el ideólogo del terror francés, arquitecto
de las los "Colectivos" de la Revolución, el Abate Siegès,
fuera a parar en redactor del entramado legal del autócrata
Napoleón? Mucho más sencillo es comprender que este
igualado, con ínfulas de Libertador, carenara arrimado al
Fidel de la decrepitud. Ir a contracorriente de la historia
lo hace insignificante hasta como enemigo.
Nadie quiere anotarse en la ruta del gorila. Por muy
sugestivo que llegue a ser el mito en el poder, ya es sólo
una patética minoría la que se come el cuento de que "la
Revolución es una idea con bayonetas". Porque nadie come de
las ideas y menos de las bayonetas. Por eso, uno más
color-pueblo que él lo emplazó a que abra el puño y desinfle
el pecho, porque eso no pasa de ser una infelíz caricatura
del mandante. Ciertamente no hay epitafio más miserable para
una vida, que ser recordado como aquél cuya grandeza
consiste en lo que pudo haber hecho por su país y cuya
pequeñez reside en lo que hizo.
mackyar@gmail.com