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Modernas Lídices
por Macky Arenas
martes, 21 julio 2009


Ciertos artículos de la Constitución que nos ordenan restaurar la plena vigencia de la Constitución. Hay que tener coraje hasta para leerlos en silencio. Porque su sola mención pone en evidencia la baratura de nuestra condición democrática. Hay más: si comparamos nuestros temores universitarios, citadinos y petroleros con el arrojo y la fidelidad a los principios del acuerdo social básico entre nuestros pueblos, por parte hondureños y curiepeños, en verdad estamos fuera de la Constitución. Si tememos a esos artículos, llamémoslo, pues, zafarrancho. Zafarrancho en Honduras y zafarrancho en Curiepe.

El caso de Curiepe es emblemático de la verdadera polarización en nuestra sociedad. Ella no está planteada entre quienes odian y quienes toleran. Ni siquiera entre quienes respaldan al régimen y quienes lo adversan. Mucho menos entre revolucionarios y “conspiradores”. Para nada. La verdadera frontera está entre quienes se atreven a desafiar a los usurpadores del poder legítimo en la nación y quienes pretenden convivir con él en esa especie de incestuosa ilegalidad. La división se plantea entre quienes están dispuestos a defender la Constitución y quienes voltean la cara ante el despojo. Está entre quienes tienen como inaceptable la conculcación de sus derechos y quienes se tapan la nariz.

Curiepe, así como, Honduras, se negaron a entregar lo suyo. Sin el menor asomo de duda, los hondureños estaban obligados a defender su legalidad por instrucciones precisas contenidas en lo que los juristas denominan “artículos pétreos” de su Constitución, es decir, inamovibles. Lo más parecido a algo “pétreo” en la nuestra son esos artículos, colocados allí para vigilar que el resto sea respetado. Cuando vemos al pueblo de Curiepe, semidesnudo y desarmado, enfrentarse a los robocops de la GN en medio de una nube de “gas del bueno”, para defender su policía de la arbitrariedad militar, es cuando entendemos con qué es que se come eso del 350. Ante esas imágenes es imposible no pensar que es posible.

Allá en el pueblo de Curiepe tuvieron lugar actos muy importantes del drama venezolano. Una, la reacción de un pueblo hastiado del abuso que da cuenta de un reverberar de tensiones hasta ahora ignorado por el poder. Otro, la puesta de manifiesto del riel por donde va el pueblo, distinto a aquél por donde transcurre el accionar político del liderazgo que se supone comparte sus angustias.

Recordamos a pueblos que fueron capaces de producir el germen que bien podría haber cambiado el curso trágico de la historia y nos detenemos en Lídice, aquél pequeño enclave arrasado por Hitler, en venganza por ser el origen de conspiradores que atentaron contra su mafia fascista. El creyó haberlo volatilizado, pero hoy, en honor a su coraje, todo país, toda gran ciudad, tiene un conglomerado con el nombre de Lídice. Después de presenciar abochornados el acoso internacional contra Honduras y de comparar la desnudez de los curiepeños con los pertrechos de sus agresores, nuestra admiración crece. Como Lídice, se clavan en la conciencia, sembrando en los espíritus la rebeldía por la justicia pendiente.

mackyar@gmail.com


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