En
1938, Churchill trataba por todos los medios a su alcance de
convencer a Chamberlain y a los franceses, quienes a su vez
intentaban que los checos entregaran algunas provincias que
dejarían satisfecho a Hitler, de que no lo hicieran. Creían
que esa entrega mantendría la paz. Churchill habló en la
Cámara de los Comunes: “Ahora los victoriosos han
desaparecido, y aquellos que bajan los brazos en la batalla
y buscan el armisticio son los que van directamente hacia el
servilismo mundial. Esa es la posición…esa es la terrible
transformación que ha ido produciéndose poco a poco”.
Proféticas palabras de alerta.
Churchill estaba claro y los acontecimientos que siguieron
lo demostraron. Los Estados Unidos habían permanecido ajenos
a todo cuanto ocurría por años, dejando en libertad a Hitler
para moverse. Austria, una nación soberana, había sido
literalmente engullida de la noche a la mañana por los
nazis, cuando se apoderaron del país en un solo día,
virtualmente sin oposición. Factores claves se negaron a una
Conferencia de la Cuatro Potencias sugerida por los rusos, a
fin de discutir los pasos a dar en prevención de una
conquista total por parte de Alemania. Eso, argumentaba
Chamberlain, era agravar las cosas; a fin de cuentas, lo que
Alemania había hecho era unirse con una región que hablaba
el mismo idioma y que por derechos históricos le pertenecía.
No se trataba de una invasión a Polonia o a Checoslovaquia.
Bueno, sólo era cuestión de tiempo porque vendría eso y
mucho más. Era sólo el comienzo. “Solamente –diría Churchill-
es el primer trago, el primer sabor de la amarga copa que
será ofrecida a nosotros cada año, a no ser que, por un
esfuerzo supremo de recuperación moral, salud y vigor, nos
levantemos nuevamente y tomemos nuestra posición hacia la
libertad como en tiempos pasados”.
¿Qué estaba pidiendo Churchill? En criollo, subir la parada.
La historia no se repite exactamente, pero sus lecciones son
para escucharlas. Nada más peligroso que reír las gracias de
un arbitrario porque no lo tomará como un gesto de
consideración, sino como una debilidad de la cual
aprovecharse. Nada más equivocado que intentar pasar
agachado porque le patearán. Nada más desatinado que entrar
en el juego pensando que de una u otra forma las reglas
serán respetadas. Nada más patético que apostar a la
coexistencia, cuando lo que en verdad está decretado es el
sometimiento y aún la defenestración de una de las partes.
Nada más imperdonable que contar las ganancias cuando en
cualquier momento podrían dejar de ser suyas. Hay gente a
quien, si le das la mano, te arrancará el brazo.
No habían aquellos impecables y gentiles empresarios
terminado de dejar el humillante escenario al cual fueron
convocados, cuando se les conminó a que asumieran los costos
de esa fábrica de holgazanería y sinvergüenzura llamadas
“misiones”. Sucede que hay muchas prioridades con esto de la
exportación de la revolución la cual, de paso, ha sido
reducida a mantener tres o cuatro Estados chulos que no
logran despegar ni aún con el sacrificio del venezolano que,
entre otras menudencias, anda a pie porque los neumáticos se
los regalamos a Nicaragua.
Suban la parada, no sea que les bajen los pantalones.
mackyar@gmail.com