Esta
semana se cumplirá una nueva jornada por la defensa de la
libertad de expresión en el continente americano y el
epicentro será Caracas. Los más destacados editores,
directores de diarios, periodistas, organizaciones sociales,
sectores académicos y de la cultura en general, fundaciones
y personalidades de las Américas, se dan cita en los
encuentros hemisféricos que promueve la Sociedad
interamericana de Prensa. Los gobernantes, Presidentes,
Jefes de Gobierno y Primeros Ministros, son invitados a
inaugurar las deliberaciones y su palabra es escuchada por
quienes mueven las comunicaciones en esta parte del mundo.
Los convoca la
profunda convicción de que la libertad de prensa, como
sinónimo de la libertad de expresión a través de los medios
técnicos de comunicación social masiva, integra la categoría
de libertades estratégicas, presupuesto indispensable para
preservar y consolidar las restantes libertades que
conforman la dignidad humana.
Los estadistas,
los pensadores eminentes y quienes ejercen un periodismo
profesional, con arreglo a valores, comprenden sin
dificultad que la etapa de la historia de la humanidad a la
cual nos enfrentamos comporta una novedad: es la era de
la comunicación social, que no admite fronteras ni mucho
menos está supeditada al poder del Estado o intereses
sectoriales; que rechaza las ideologías y toda preconcepción
sobre una visión estática de la vida social.
Otro detalle es
que este período coincide con la formación de una sociedad
supraestatal, en cuyo seno se gesta un proceso de creciente
desregulación en los medios de prensa que excluye la
intromisión gubernamental para limitar sus contenidos. Estos
son los grandes temas que marcan la actualidad en los foros
del mundo.
Sin embargo, a
pesar de las firmes tendencias que propician la
desregulación de la libertad de prensa, hay dos factores
que impiden disfrutar de los beneficios de la libertad de
pensamiento y expresión: las normas jurídicas que
regulan esas libertades en 24 países americanos y la
impunidad que se alza como un negro velo sobre los
crímenes contra periodistas.
No obstante la
adhesión a la Declaración de Chapultepec, cuyo concepto
básico es que “ninguna ley o acto de gobierno puede limitar
la libertad de expresión o de prensa, sin importar el medio
de que se trate”, los gobiernos aún presentan resistencias a
la realidad de que la subsistencia de un sistema político
está condicionada a la necesidad de armonizar los reclamos
de la sociedad, transmitidos por los medios de
comunicación.
Escuchamos
señalamientos contra los medios, a veces cargados de agria
hostilidad, pero vienen de quienes, manifestándose
públicamente a favor de la libertad de prensa, viven con
un lema: “Muera quien no piensa igual que yo”. Y como las
libertades no llegan por actos de magia, si no hay firmeza,
convicción y persistencia en asumir su defensa en cada
espacio y en cada momento, el riesgo de perderla o el drama
de jamás disfrutarla, serán una amarga condena.
mackyar@gmail.com