Tenemos
los venezolanos una expresión muy característica para
indicar lo que está a la vista, lo que es evidente. Hay
certezas que cuesta reconocer, sobre todo porque duele ver.
Hace muchos años que mentes preclaras están señalando las
“liasons dangereuses” del Presidente Chávez con la
complicidad de su gobierno (civiles y militares) con las
FARC, sus pompas y sus obras. Muchos de ellos eran
descalificados, señalados de fanáticos y radicales a
destiempo. Pero ya llegó el tiempo, de la mano de la
INTERPOL.
Y es que las
cosas no siempre ocurren cuando tienen que ocurrir, sino
cuando deben ocurrir. De tener, hace mucho que no sólo el
país, sino los vecinos de al lado, léase Colombia y de
arriba, léase el imperio, han tenido que tomar cartas en un
hediondo asunto que compromete la seguridad y estabilidad
hemisférica. Pero en estos momentos, complejos, petróleo y
chillidos aparte, no pudo haber resultado más oportuno el
conflicto colombo-ecuatoriano y sus repercusiones sobre
Venezuela.
Chávez enfrenta
una situación nada cómoda con tanto Jefe de Estado, otrora
amigo o aliado, renuente a retratarse en grupo con él,
cuando no haciendo malabarismos para permanecer “viendo a
ver” qué termina de pasar, como es el caso, por ejemplo, del
presidente brasileño. El Foro de Sao Paulo obliga. Desde el
punto de vista interno, pocos se atreverían siquiera a
desear estar en sus zapatos. La verdad es que paraliza la
circulación el auscultar la agresividad con que el
venezolano en la calle se refiere a este presidente y a su
séquito de políticos, militares y aprovechados empresarios
ante cuya voracidad palidecen los “apóstoles” de cualquier
Administración precedente. Interna y externamente, este
mandante enfrenta un panorama aterrador: no sólo no tiene
amigos, sino que se las ha ingeniado para tener más enemigos
que Sadam.
¿A quién le
duele Chávez? El empleado público no lo dirá, pero está
harto, pegado con la saliva de loro de la nómina. Igual
aquellos mercenarios activistas que correrán a todo lo que
den sus pies en el momento en que no reciban lo suyo. Por
fuera, los aliados son en realidad mantenidos, una muy
frágil manera de ser leal. Si miramos hacia Correa, se
encuentra en la misma barca cruzando el río y aun no ha
encontrado un salvavidas para abandonarla. Trató al
principio, pero tuvo que girar en redondo, embarrado hasta
la cacha. Y si es Raúl Castro, está muy ocupado tratando de
forjar su propia legitimidad, ante la imposibilidad de
sostener el régimen sobre un carisma que no tiene porque eso
no se hereda. No creemos, sinceramente, que Chávez tenga
mucho que aportarle, antes bien, quizá mucho que
perturbarle.
Esto está de
anteojitos. Ojalá que nuestro liderazgo, aún con las
gríngolas electoreras, mantenga buena vista.
mackyar@gmail.com