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Hay que escoger
por Macky Arenas
lunes, 16 junio 2008


Cuando los bombardeos alemanes arruinaron el aspecto la hermosa catedral de Reims, Bernard Shaw dijo que entre las guerras y las catedrales había que escoger. Algo semejante podemos decir acerca de la prensa y los regímenes totalitarios. Los cronistas de la Alemania nazi remarcaban que es posible tener una prensa amena, vigorosa y bien informada de la misma manera que un régimen perfectamente totalitario, como en esa época lo tenían allí, en Italia y en Rusia. Lo que no parece posible es tener ambas cosas a la vez. Cuando se pretende embutir en un solo tubo de ensayo prensa y autoritarismo, un turbio y tristón color gris comienza a emerger de la mezcla. No podía ser divertida una prensa bajo control de un régimen de esas características. No puede atraer a nadie un medio que tiene marcada su pauta.

Lo mismo pasa cuando el Estado asume el control confiscatorio de la economía, cuando se empeña en ideologizar en lugar de educar, cuando aisla al país y cuando vende como partido político lo que en verdad es un feudo. Allí hay que resolver si lo que se quiere es democracia o dictadura porque esa receta, para la democracia, no funciona.

La prensa alemana perdió circulación durante el régimen nazi. También el número de periódicos disminuyó, de acuerdo con las cifras recogidas en la Memoria postal que se publicaba. Entendían los financistas que mantener un periódico en un Estado totalitario era una empresa que carecía de sentido. Su contenido estaba constreñido a una uniformidad tal que no dejaba espacio a las informaciones abundantes y fidedignas. Goebbles, ministro de Propaganda, insistía en que era capaz de lograr una prensa alemana fuerte, diversa e interesante, pero nunca pudo encontrar la fórmula para convertir en hechos sus propósitos y planes.

Aquí tenemos un drama parecido. Se nos quiere vender como progreso lo que es retraso, como abundancia lo que es escacez y como revolución lo que en verdad es el más abyecto capitalismo de Estado. Por eso en el país, todo el que no entendía ya va entendiendo y plantando cara a la manipulación. En cuanto al exterior, las señales que se envían son cada vez más confusas porque las supuestas “rectificaciones”, que debían ser recibidas como reflejo del talante democrático de un gobernante, sencillamente no se entienden. Y lo que es peor, producen tan tremendas suspicacias que se llega al punto de pensar si no habría sido mejor para el remitente no haberlas enviado.

Democracia y dictadura no pueden coexistir. Libertad y autoritarismo tampoco. Ni hablar de totalitarismo y prensa, pasquines si, pero prensa no. Arbitrariedad para adentro y fachada democrática para afuera es una fórmula muy frágil. Hay que escoger.

mackyar@gmail.com


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