Racimo de
bombas por
Macky
Arenas
lunes, 8
diciembre
2008
No debe
extrañar que el gobierno venezolano haya sido de los pocos
que se negó a firmar contra la fabricación de las llamadas
bombas de racimo. Las calamidades de pueblo venezolano se
deben justamente al racimo de bombas que el régimen ya ha
colocado sobre el territorio ciudadano en este país. La
primera bomba en racimo es esta plaga que ocupa la
burocracia pública y que se devora los presupuestos pasados,
presentes y futuros, sin visos de saciedad.
Verdaderas minas terrestres estallan cada día a la vista de
los venezolanos. Imposible no pisarlas. Están diseminadas
por todas partes. Si se trata de corrupción, el caso del
maletín es uno de esos frondosos racimos. Si se trata de
elección, no puede ser más escandaloso el retardo en
conocerse los resultados de la jornada del 2D, todo un
explosivo de tiempo que descargó su potencia en la derrota
oficialista del 23N, y todavía le quedan esquirlas! Si se
trata de seguridad, racimos de crímenes colapsan las morgues
de todo el país. Si se trata de justicia, basta volver la
vista al Helicoide para que las siglas T.S.J. revuelvan la
bilis al más aplomado. Si se trata de expresión no puede ser
más representativo el discurso presidencial, devenido en
racimo de improperios en apogeo delirante.
Venezuela es un país gobernado por un individuo preso de dos
obsesiones: la ambición de poder interminable y el terror de
que lo maten. Eso es suficiente, ni siquiera para construir
y mantener una dictadura más o menos estable. Por eso no
tiene respuestas económicas, como sí las tuvo Pinochet;
tampoco control político militar, como sí lo tuvo Castro;
tampoco acatamiento militante, ni adhesión social, ni
fidelidad militar, ni siquiera el racimo de realizaciones
prácticas como aquél enjambre de obras de infraestructura de
la que se jactaba Pérez Jiménez. Nada. Hasta la verborrea ya
suena hueca a quienes antes vibraban con sus largas
peroratas. Ya no hay dinero para pagar aplausos y comprar
elogios. Ya el tambor es de hojalata.
El magnicidio se ha consumado. Esta caricatura de gobierno
mató la esperanza de un pueblo que un día le creyó. Colocó
el futuro en agonizante compás de espera. Mató el entramado
institucional y tiñó de sucio el tejido social de una
comunidad como la venezolana, admirada por los vecinos como
hecha de nobleza y de solidaridad. Pero todo esto es
rescatable, sí y sólo sí giramos sobre nuestros pies y
salimos de este campo minado.
Al mandante y sus ventosas se les pone más complicado el
asunto. Este fin de semana devoré un libro escrito por una
siquiatra norteamericana, donde encontré esta frase: “La
vida acaba cuando hemos prendido todo lo que tenemos que
aprender”. Me puse a pensar en el profundo sentido que ella
tiene, sobre todo cuando pensamos en la posibilidad de que
la Inteligencia Suprema nos prefiera “aprendidos”, por
aquello de que “el desconocimiento de la ley no excusa de su
cumplimiento”. Ya puede este mandante olvidarse de un
magnicidio que le permita esquivar su rendición de
cuentas….en racimo. Aún le queda mucho por aprender y
sospechamos que no le será nada grato.