Mucho
me impresionó una publicación editada en Barcelona, España,
que tuve ocasión de leer en estos días turbios. Un libro de
poco más de cien páginas. Se llama “Sin Raíces” y contiene
reflexiones acerca de Europa, el Islam, el Cristianismo y el
Relativismo, este último cuestionado como la carencia en
Occidente, en nombre de la convivencia y el respeto, de
buenas razones para juzgar a las culturas y civilizaciones.
El relativismo convertido en una especie de religión, en la
sacralización del diálogo y la reconciliación, sin
preguntarse para qué y sobre qué. Notan como ello ha
conducido a una parálisis que no sólo ha confundido, sino
alentado una perniciosa tendencia a la autocensura que
impide distinguir, no sólo los valores fundamentales, sino
también inhibe la defensa de la democracia, de la libertad,
de las propias creencias y de una auténtica integración.
Cuando se está inmerso en procesos sociales y se viven
momentos políticos traumáticos, se corre el riesgo de
agotarse en esa inmediatez y llega un punto en que no
podemos detectar cuándo fue que perdimos el rumbo y
comenzamos a desmoronarnos, a perder terreno. Es cuando la
tolerancia se asume como entreguismo, la conciencia se rinde
y declina la fuerza de convicción. El relativismo debilita
nuestras defensas y nos dispone y predispone para la
rendición. Que las cargas se enderecen en el camino, es el
lema de la impotencia. “Vamos con calma”, es la apelación de
los retóricos. Debemos ser condescendientes con quienes nos
amenazan, total, al final saldremos adelante.
Al respecto, alerta el filósofo Marcelo Pera, quien fue
Presidente del Senado italiano: “Actualmente sopla en Europa
un mal viento…Se trata de que hay que tener paciencia y los
males desaparecerán por arte de magia…Es el mismo viento que
soplaba en el Munich de 1938. Parece un suspiro de alivio,
pero en realidad es un jadeo y podría ser un estertor”.
Ya lo decía Vargas Llosa: “La democracia es un evento que
provoca bostezos en los países en los que existe un Estado
de Derecho”. Deconstruímos la democracia para llorar por
ella, en lugar de preguntarnos a tiempo si acaso debe una
democracia permitir el ejercicio del poder a quienes
atentarán contra ella. O bien encontrar una definición de
democracia distinta a la meramente procedimental del
recuento de votos.
Similares preocupaciones comparte en el citado texto, como
teólogo, Joseph Ratzinger, actual Papa Benedicto XIV, al
referirse a los fundamentos espirituales de Europa en el
marco de la discusión sobre la Constitución para ese
continente. El dilema no es nuevo. Ya en 1983, el
intelectual francés Jean- François Revel llamaba la atención
en su best -seller devenido en clásico de la ciencia
política contemporánea: “Uno de los éxitos capitales de la
propaganda comunista consiste en haber conseguido
condicionar en nosotros un sentimiento: la vergüenza de
defenderse”.
También somos occidentales, por lo tanto, para nuestro aquí
y ahora venezolano, tomemos el consejo: no actuemos como si
estuviéramos amenazados porque corremos el riesgo de serlo
de veras.
mackyar@gmail.com