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No es juego
por Macky Arenas
domingo, 2 marzo 2008


El ejército colombiano, en resguardo de la seguridad de su territorio y una vez ubicadas sus coordenadas, actuó contra el terrorismo. Esas sí que eran coordenadas. Esas no se las soplaron los compinches, sino que las trabajó la Inteligencia colombiana. No es un golpe cualquiera: acabaron con el segundo al mando de las FARC. Desde que Marulanda vegeta en los cuarteles de invierno, bien podría ser el primero. Tendrán que recomponer sus cuadros, considerar si dejan el entretenimiento de negociar secuestrados como si fueran barajitas de álbum y recordar que están en guerra. En la guerra pasan estas cosas. Aún recibidos en Europa por organismos internacionales, en Colombia están en guerra. Aún si en Venezuela el mandante de turno les ha prestado el país para que desarrollen su calistenia “deliberante”, en Colombia están en guerra. Una guerra que ellos declararon y mantienen con increíble persistencia. Las FARC es objetivo del gobierno colombiano porque los ciudadanos colombianos son objetivo de las FARC. Así de simple. 

El gobierno colombiano le acaba de recordar a las FARC que mientras secuestren, torturen, acaben con la biodiversidad, destruyan la infraestructura vial, urbana y energética, vuelen unidades del transporte público, recluten y entrenen niños para las armas alzadas y comercien con la droga, son una amenaza para los colombianos y como tales serán combatidos. Que mientras se respalden en los secuaces de al lado, en Colombia y sus preventivos alrededores están pillados y sentenciados. Y que, si bien el gobierno cede a liberar varios de esos forajidos, a prestar su territorio para que helicópteros, con ropaje de la Cruz Roja pero repletos de compinches venezolanos, se adentren a traer a  la libertad a “muertos en vida” y, aún más, pondría en práctica propuestas sensatas como la de la Iglesia para continuar transitando las interminables estaciones del Vía Crucis de las conversaciones, no está, sin embargo, resignado a dejarse tocar el trasero. Y es que el tema humanitario no puede ser el empedrado para  el conflicto inacabable. Una trampa caza-bobos, en lugar de un instrumento digno. 

La guachafita del supuesto “rescate” de rehenes, que no es otra cosa que una cruel utilización del  sufrimiento de los secuestrados y sus familiares para el canje de abundante billete por el apuntalamiento de la descascarada imagen internacional del presidente venezolano. Por eso éste último convirtió a la pendenciera, aquella que  se atracó de gofio seco amenazando a tirios y troyanos desde la comodidad del Palacio Arzobispal, en objetivo suyo en menos de lo que dura un suspiro en la puerta de un colegio. No por lo que hizo, a fin de cuentas en estricto acatamiento de lo tantas veces ordenado, sino por el momento en que lo hizo.  

Pero sucede que ese pantanal en que se revuelve la “causa humanitaria”, complica terriblemente la situación de los secuestrados, actuales y potenciales. Eso lo sabe la inteligencia colombiana y lo sabe Uribe, quien no anda, como el errático presidente francés, preocupado por Ingrid Betancourt y sus multinacionales compañeros de infortunio en sus ratos de ocio. Para Uribe el asunto es serio. El está a cargo. El atajo de terroristas restante tendrá que verse el ombligo y, constatando su vulnerabilidad, dejar el bochinche mediático y enfrentar que el asunto no es juego.   

Del tiro, el de aquí como que vio la luz cuando, sin venir a cuento, exclamó: “Por estos lados, ni se les ocurra…”. Nada, que vio las barbas del vecino a arder y metió las suyas en un tobo!.

mackyar@gmail.com


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