Cada vez que escucho a Chávez
acusar a fantasmales interlocutores de "pitiyanquis", lo
primero que uno se pregunta es si él sabrá lo que está
diciendo. Estamos acostumbrados a que este presidente
"ignorante delirante", como lo calificara Uslar Pietri,
hable demás, pa´tras y pá lante. No repara en barbaridades y
mucho menos indaga antes de lanzar al viento lo que le pase
por la mente. Esto de pitiyanquis es una más. Pero la
capacidad de asombro es inagotable y la ejercitamos día a
día, como para que las alarmas se disparen cada vez que este
insólito personaje nos produzca una sana pena ajena. Como
para que no se nos pase por alto que representa todo aquello
que contraría lo que identifica a un caballero venezolano.
Después de lo que le hemos escuchado –diarreas incluidas-
qué puede asombrar lo de pitiyanquis?
Pues bastante más de lo
que se podría pensar si consideramos que, en su caso, no
basta la catarata de palabras, inconexas o no, para encubrir
la ignorancia de que hablaba Uslar. Podríamos escribir una
especie de enciclopedia del mandante desprovisto, con tan
sólo entresacar de discursos, cadenas y de aquellas "clases
magistrales" de las cuales los pobres cadetes no querrán ni
acordarse, las imprecisiones históricas, las temeridades de
lenguaje, la contradicciones y los simples embustes con que
cada día marea a todos aquellos que se esmeran en seguir sus
peroratas, bien sea por necesidad o por morbosa curiosidad,
que dudo alguien lo haga por placer.
Las piezas oratorias de
los sabios griegos, los discursos de Churchill, Adenauer, De
Gasperi, leer al tribuno que era Jóvito Villalba, todo eso
educa y produce genuino placer. Pero esta cháchara es la
mayor exposición de mediocridad que de este gobierno pueda
consignarse para el futuro. La rabia manifiesta y el
encubierto complejo de inferioridad es el resumen de su
contenido: un vomitivo compendio de resentimiento. Este
período oscuro de la historia venezolana será recordado por
la degeneración que ocasionó al país, cuya representación
más acabada será para siempre el verbo presidencial. La
vergüenza nacional está allí perfectamente retratada y más
nos vale que nos produzca cada vez mayor pena ajena, pues
eso será el mejor antídoto y la garantía de que jamás otro
mandante repetirá estas conductas.
Cuando Chávez habla de
pitiyanquis, será que no se ve en un espejo? Quién vive de
los dólares? Quién cobra, maneja y gasta la moneda yanqui?
Quién se ha convertido en una mala imitación del imperio,
paseándose por el continente forrado de billete gringo
amedrentando aquí y allá? Quién es el que se muere porque
algún político "made in USA" le pase la mano –por supuesto,
no esa partida de disfraces que ha logrado traer a Venezuela
para que le rían sus gracias-? Quién cubre de beneficios a
"los pobres" yanquis cuando en este país la pobreza se
reproduce sin asistencia ni esperanza?
Chávez es un mantenido
del imperio yanqui, lo que lo convierte en la más acabada
expresión del moderno pitiyanqui, un vetusto término
despectivo de la izquierda sesentona, que aludía a los
amigos del imperio. Un término lleno de telarañas que el
desprovisto ha incorporado a su rocambolesco léxico. El
encarna hoy ese protagonismo, el del pitiyanqui, resucitando
la dependencia de la forma más abyecta que imaginarse pueda:
un Estado que le ha quitado a los venezolanos para darle a
los yanquis. Un gobierno que se apropió de una empresa como
PDVSA, que operaba al servicio del país con eficiencia y
productividad, para convertirla en chatarra a la que
exprimen dólares para el disfrute de los "panas" del
continente, muy ocupados en reproducir, con nuestros reales
y para sus pueblos el esquema de pobreza y dominación
imperialista que se ha impuesto en Venezuela.
Al discurso chavista hay
que desvestirlo, quitarle la careta, despojarlo de esa
cobertura incendiaria y revanchista, desmitificando los
espejismos que vende como oasis en este desierto de penurias
que pasa el pueblo venezolano. A causa de sus locuras
imperialistas hoy somos más dependientes. A causa de su
megalomanía pitiyanqui estamos anclados en este atraso. Los
dólares los disfruta Chávez y su costra de amigotes dentro y
fuera de Venezuela. Los dólares yanquis que lo convierten en
el primer pitiyanqui de su séquito de voraces alimañas.
Y saben qué es lo más
curioso? Que todo esto es un esquema estrenado y mantenido
por Fidel Castro para conservar una "revolución" que le ha
provisto dólares suficientes como para figurar en las
revistas especializadas entre los más ricos del mundo,
mientras los cubanos se las arreglan con una tarjeta de
racionamiento. El acuñó lo de pitiyanqui y un buen día, se
encontró uno bien bolsa y se lo cogió para él. Hoy día,
buena parte de los "George Washington" petroleros se los
sigue embolsillando la Cuba castrista, gracias al pitiyanqui
que tenemos en la caja registradora, pagando y dándose los
vueltos…perdón, al piticastro. Puede que no llegue ni a
pitiyanqui, ya que la plana se la puso Castro: Chávez es el
pitillo por donde Castro y su gente nos chupan los dólares
del petróleo. Chávez es el pitillo por donde impúdicamente
se fugan los recursos de los venezolanos hacia otros
gobiernos hambreadores de sus pueblos. Chávez es el pitillo
por donde se nos escapa la soberanía. Chávez es un vulgar y
silvestre PITICASTRO.
mackyar@gmail.com