Los
hedores de la corrupción emanan de cada intersticio
oficialista. El gobierno que Chávez comanda no sólo ha
corregido y aumentado vicios pasados, en nombre de cuyo
combate y erradicación se camuflajeó la insurgencia que dio
origen a estos tiempos de excesos y cinismo, sino que esos
vicios se acompañan de la más rampante impunidad.
Para quien tenga dudas de que el agregado es factura del
socialismo del siglo XXI, recordamos la ocasión reciente
cuando a un Presidente venezolano se le defenestró y procesó
por 250 millones de bolívares de una partida secreta que,
por lo mismo, podía usar a su buen saber y entender, dinero
que no obstante reveló su destino: auxiliar a la entonces
frágil pero legítima democracia nicaragüense. Hoy son
millones de dólares los que salen de las arcas públicas, sin
ningún tipo de control, que van directo a los bolsillos de
toda clase de chulos, forajidos y maulas, cuyo único mérito
es ser parte de esta lúdica comparsa de corrupción y
arbitrariedad política, que atormenta a nuestros pueblos
para goce y disfrute de una nueva y desfachatada costra de
cúpulas podridas.
Cuando huele mal, el efluvio no es la causa sino el efecto.
Es una señal que no deja dudas de que en el origen hay
descomposición, de que muy adentro una Sodoma se revuelve
con una Gomorra a las que traiciona el álito canalla del
poder ebrio.
Miles de dólares en el maletín de una ficha de este gobierno
que pretende burlar los controles de otros gobiernos; latas
de atún que clavan la demagogia cruel en el mástil de un
pueblo asfixiado por el dolor; festín de regalos a otros
cuando los nuestros se consumen de necesidad; una casta
elitesca de jerarcas del régimen que nadan en la opulencia
de los negociados; compra compulsiva de armas que permanecen
en sus fundas ante el delito que acosa a los venezolanos;
atentados constantes contra la propiedad en todas sus
formas, incluida la manipulación constitucional para
apropiarse indefinidamente del poder que pertenece al
pueblo; confesos lazos con la subversión extranjera, la
misma que secuestra a nuestros compatriotas, sin la merced
de la intercesión presidencial para su seguridad;
comerciantes del oportunismo que acumulan dinero fácil
haciéndose la vista gorda ante el autoritarismo, mientras
los poderes, en fila india, esperan instrucciones del jefe.
Todo eso es corrupción impúdica y jactanciosa.
Esta
corrupción es estridente y repulsiva . No sólo atesora
reales mal habidos, lo que escandaliza porque excluye, crea
abismos entre unos y otros; sino que también carcome y
descompone dejando una estela de fetidez que lleva en línea
recta al centro del poder. Peligro para el jefe del gobierno
y sus señalados lugartenientes porque hacia allá apunta la
ira popular; y alto riesgo para los que se creen expertos en
el arte de pasar agachados porque no son invisibles al ojo
ciudadano, indignado y siempre abierto.
Algunos hablan de “déficit democrático” o acuñan términos
prudentes como “filotiranía”. Nosotros simplemente notamos
que esto apesta.-
mackyar@gmail.com