Detrás
de cada proyecto de dominación está una carencia que, por
crónica, es imposible de compensar como no sea por la vía de
proyectar en otros las culpas y realizar en otros las
revanchas. Y como es una realidad que más que lideres lo que
hay es seguidores, pues la mesa está servida. Si alguno con
vocablo equívoco aderezado con un poco de magnetismo y un
toque de audacia resuelve drenar sus frustraciones en una
muchedumbre desprovista y deslumbrada, allí tenemos una
mezcla explosiva del coctel social.
El miedo está a la base del éxito de los caudillejos
autoritarios. Busque usted un sólo déspota desde que la
humanidad se conoce, que no esté hecho de resentimientos y
forrado de complejos. Escarbe en su bagaje personal, en su
entorno originario, en la manera cómo transcurrió su
infancia y verá comunes denominadores que explican una misma
conducta: luchan por sobrevivir desde la fuerza. Comparten
un idéntico sentimiento sombrío y pesimista del ser humano y
es a partir de esa total desconfianza que se precipitan en
un ejercicio del poder tiránico y absorbente. Quien no
comprenda este hecho elemental nunca acertará a deshacerse
de ellos y vivirá esperando cambios que, sencillamente, no
pueden ocurrir.
Sobre los miedos y fobias del pueblo diseñan su discurso
seductor con el que embadurnan la epidermis del problema
social. Sobre la inmediatez de esa trampa ensartan al ser
humano, siempre dispuesto a responder pronto a estímulos
fatales y superficiales. Realmente lo que buscan es
descansar, en esa apariencia de solidez que aporta la
posibilidad de someter, las profundas inseguridades que
acechan desde lo más oscuro de su siquis. ¡Qué saco sin
fondo es el entramado de complejos que atormenta al
autócrata!
Muchas veces se le atribuye a este seductor liderazgo amoral
cualidades casi sobrenaturales, al punto de ver en quien lo
encarna una especie de predestinado, cosa que se cree él
primero que nadie. Pero estos maestros de la hipnosis tienen
un par de mortales enemigos: el Tiempo, factor clave en la
obra humana, que pone cada cosa en su sitio; y la Verdad,
que como escribió un experto en liderazgo, “siempre llega la
última, tarde, cojeando con el Tiempo”. La Verdad llega,
renqueante y lenta, pero con terca paciencia muestra
finalmente la falsedad de proyecto y líder.
Traducido a lo nuestro, el prometido “mar de la felicidad”
se convierte en un gigantesco cuartel totalitario. La
Constitución ya no será rectora de la nación, sino código
gelatinoso que se retorcerá según la sinrazón, el pánico y
la debilidad del jefe. Esa es la Verdad social y política
que ha llegado al compás de la más estridente ola de
corrupción que haya conocido el país. Definitivamente, el
resentimiento puede encarnar en un proyecto político, según
la última cadena presidencial . No cabe duda de que la
frustración conduce su estilo de dirección. Justo por eso es
incapaz de aprender del fracaso y el motivo es que la
escuela del error requiere una autoestima y confianza en sí
mismo que obviamente a él le falta. Resentir es peligrar.-
mackyar@gmail.com