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Carambola
por Macky Arenas
martes, 13 noviembre 2007


Los excesos verbales del mandante venezolano ya no sólo exasperan a sus connacionales. Ahora ya no estamos solos en esto. Aquellos que tenían problemas para comprender que no basta haber llegado al poder - la primera vez- por una elección democrática para permanecer legítimo en él, ahora descubren que el tipo puede ser simplemente incalable. Durante la Cumbre de Santiago la legendaria parsimonia real devino en volcánica indignación. El incidente eclipsó los motivos originarios de la cumbre, pero logró un sorprendente objetivo: el Rey se robó el show. Deshonroso y humillante para el discípulo del dictador cubano, tan diestro encantando serpientes.

Las cumbres de Presidentes, muy criticadas pero puntualmente frecuentadas por Fidel Castro y su corte de turno en el continente, han servido siempre de escenario para que esas personalidades atormentadas alimenten su ego, hagan gala de su irreverencia y esparzan su discurso demagógico a los cuatro puntos cardinales. Hasta ahora, ellos eran el show. Pero se produjo una interesante carambola en esta ocasión. El tiro fue tan certero que, después de la turbulencia, sólo vimos a un Chávez aturdido tratando de explicar a la prensa que esta vez no atinó a eludir, cómo es que el rey no puede mandarlo a callar. Para quienes vivimos el 11-A, recordamos a ese mismo Chávez, con ese mismo tono ansioso, silbando en aquella oscuridad.

Pero no sólo el rey cambió el barajo de un manotón; no sólo Chávez balbuceaba ante una prensa expectante, lleno de moretones que no alivian los ungüentos; sino que su aliado Rodríguez Zapatero, otrora hincha y socio, tuvo que brincar a la acera del frente, asumir la defensa de lo suyo y hablarle golpeado. El "pana" Ortega –porque no llega a la categoría de socio-, recibió el impacto de los trastos cuando el descompuesto monarca se paró y se fue. Aznar, que ya colecciona improperios rojos-rojitos, fue reivindicado de la manera más decidida por quien fuera su implacable contrincante, ante los desplantes de quien fuera su mejor amigo americano. "Cosas veredes, querido Sancho!"

Adicionalmente, el propio rey, cuyo arresto de dignidad comprendemos por español más que por rey -y también por eso-, tiene que estar evaluando esta carambola del destino que lo coloca ante el discípulo de un dictador caribeño, dictador con el cual ha debido alternar en tantas ocasiones (ojala que con el pañuelo en la nariz) por defender los intereses españoles, ahora por la misma razón enfrenta sin vacilar, por mantener su pundonor y con él el de toda España, al pupilo del reyezuelo cubano que le manotea en la cara.

Por si fuera poco, todos aquellos quienes, bien por interés o bien por comodidad, han permanecido impávidos ante estos espectáculos y sobre todo ante las consecuencias de hacerse los desentendidos cuando la desfachatez gana terreno, vivieron la carambola final: el indispensable freno a la prepotencia y al doble discurso que en criollo llamamos "parao". Orgullo mata a chequera petrolera.


mackyar@gmail.com


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