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¿Cómo quedamos ahí?
por Macky Arenas
martes, 11 diciembre 2007


Ciertamente mejor que antes. Y en estas cosas, cuando no se retrocede, ya es un buen avance. También se produjo una victoria, más que simplemente electoral política-ideológica: está claro ahora que el rechazo de los venezolanos hacia la instalación de un sistema autocrático es total. También queda sellado y refrendado el repudio del pueblo venezolano a las aventuras castro-comunistas, así como la aversión de esta sociedad que alcanzó importantes niveles de madurez colectiva al llamado “socialismo del siglo XXI”. Está claro que no comemos cuentos. Aquí perdió el proyecto y eso es clave.

Quedó claro que si se trata de consultar la opinión ciudadana no es ese el camino ni es este el liderazgo, porque la gente detesta la idea de un reyezuelo o de un dictador trasnochado; de igual manera quedó claro que si esta mayoría se pronuncia decidida -desafiando amenazas y torniquetes- por la opción de la democracia y la libertad, tampoco la obsesiva violencia de Estado, traducida en pandillas mercenarias, será una herramienta para imponer la dictadura porque esa misma mayoría sabrá elevarse en muro de contención sobre cualquier terreno donde la lucha se plantee.

Quedó claro que fue el país chavista y desde el trabajo persistente y concienzudo de una sociedad democrática que lleva ocho años enviando alertas y poblando las calles de protestas, que se logró este resultado. Es por esa razón que hoy podemos hablar de un rechazo nítido, de pueblo, de mayorías ya reconocidas, ungidas de “legitimidad” por un CNE cuya principal preocupación es no colocar en riesgo la apetitosa jubilación. Ya la oposición no es parte del decorado para un régimen que necesita exhibirla cuando le cuelgan el remoquete de autoritario. La oposición es ahora un sentimiento nacional que se amotina ante el cogollo que alardea de poder absoluto. Eso es lo irreversible de este cuento.

Pero este paquete tiene dobles fondos. Esta batalla está ganada, no obstante la guerra continúa. La reconciliación es una aspiración del alma venezolana que no conoce de mezquindades. Sin embargo, es pronto para acariciarla pues sólo será el resultado de los cambios indispensables y las justas reivindicaciones, las cuales pasan por una definitiva concertación de fuerzas democráticas. Así lo han probado países que la han conseguido o están en vías de lograrlo.

Después de una experiencia como la venezolana el trabajo de reunir las piezas dispersas será aún más arduo. En este país el acto de traición a la patria fue mucho más allá de la entrega territorial o el vandalismo de la riqueza. El daño más grave a la soberanía se produce cuando se debilita a un pueblo desde sus cimientos, desde lo más elaborado de su tejido y desde lo más hondo de sus resortes. Este gobierno ha puesto esmerado empeño en un demencial y diabólico objetivo: desamalgamarnos. Por ello es de filigrana el paso de rearmar el rompecabezas, donde cada pieza tiene su especificidad y el trabajo exige cabezas centradas y espíritus libres de la compulsión del poder. Es imperativa la unidad desde la diversidad, esa que aporta la sustentabilidad indispensable al esfuerzo para enfrentar los tiempos que siguen, mucho más complicados y mucho más virulentos. Sólo así continuaremos la racha y remataremos la costura.

Y hace falta rematar porque quedamos mejor, pero en riesgo. Al que lo dude, véase en el espejo de Mónica Fernández, de Enrique Mendoza y del Cardenal Jorge Urosa. Las tres más recientes víctimas de la arbitrariedad que aún sigue en el poder, con poder.

mackyar@gmail.com


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