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No es No
por Macky Arenas
miércoles, 5 septiembre 2007


Los países que mantienen litigios internacionales por asuntos territoriales, evaden hasta donde pueden discutir de manera bilateral; en lugar de eso acuden a instancias por encima de ambos o distintas a ambos. La razón es que nadie acepta discutir lo que considera propio pues es reconocer de antemano que, de entrada, podría no serlo. Es como si alguien se antoja de su casa y ud se pone a discutir si es suya o del que se la quiere quitar.

Es lo que ocurre con la llamada “reforma” constitucional, que no es tal, sino la más brutal arremetida contra el sistema de libertades que imperó en Venezuela. Desde hace rato y por cuotas se viene desconociendo en los hechos por parte del gobierno la vigencia de nuestra Constitución…y ella dice claramente que el deber de todo ciudadano es contribuir a mantener esa vigencia y hacer todo aquello que esté a su alcance para restituirla si se encuentra en peligro.

La realidad de que la Constitución está siendo violentada de manera flagrante es pública y notoria. Lo que pretende esta “reforma” es legitimar a través de esa legalidad amañada que cada dictador se confecciona como traje a la medida, lo que hasta ahora se ha venido consumando. Esto no es un cambio, es un finiquito.

El problema estriba en que el tema de la Constitución no es electoral, sino político. Los derechos no se discuten y mucho menos se llevan a las urnas. Esto no es un problema de liderazgos, sino de toda la sociedad. Estamos ante un dilema definitivo: opresión o democracia. Si en lugar de organizarnos como pueblo para una efectiva y eficaz resistencia ante la conjura contra nuestra libertad, nos desgastamos en jugar con las cartas de Miraflores, entonces el autócrata tendrá su legalidad para restregárnosla en las narices cada vez que intentemos ejercer lo único que nos quedará hasta que también nos lo arrebaten: el derecho a pataleo. Será una bizarra y única ocasión en que un pueblo acuda a votar a favor de la dictadura.

Esto no puede ser manejado detrás de las bambalinas de uno o varios partidos o a capricho de espíritus calculadores. Esto lo tiene que resolver cada ciudadano en la interioridad de su conciencia. El pueblo cubano tiene 50 años votando, pero no cuando lo convoca la Constitución, sino cuando el caudillo amanece necesitando el refrescamiento de una relegitimación. El voto es un galón para el uniforme verde oliva y ha perdido todo su valor como expresión cívica. El voto en Cuba no es un instrumento de participación: es la muestra de cómo puede degradarse la ciudadanía hasta la nimiedad de un simple ornamento.

Esta “reforma” desconoce normas fundamentales de la Constitución como el gobierno alternativo, pluralista y democrático. Se volatilizará la descentralización y declararán el Estado Socialista. Ante este panorama, no podemos permitir que nuestro “NO” se destiña ante las posteriores querellas acerca de la transparencia del proceso. El NO no puede esconderse detrás de una urna “puyada”. El NO tiene que ser rotundo, un NO que se note, un NO de resistencia, un No que salga a las calles y se atrinchere detrás de cada piedra. NO es NO.-

mackyar@gmail.com


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