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Chapeau
por Macky Arenas
miércoles, 4 julio 2007


Cuando me enteré de los motivos que William Echeverría y José Visconti habían expuesto en lugar de aceptar sin más el premio de periodismo, aplaudí. Pero no sólo por haber rechazado el recibirlo, sino por el mensaje que ese gesto transmite en momentos en que se podría estar tentado a pensar que en este país muchas dignidades se escurren para ceder el escenario a los oportunistas y a los desfachatados.

Alivia constatar que ocho años de seducción revolucionaria no han hecho mella en los principios y convicciones que la ética impone a quienes, en determinados momentos y circunstancias, debemos ser testimonio, voz y bandera.

Los merecimientos no están en discusión, pues ellos existen con o sin premio. Pero cuando se toma la decisión de recibir una distinción es porque quien la otorga merece respeto y sólo por ello adquiere relevancia. Resulta una inconsecuencia aceptarla si viene de aquellos que no pueden honrarlo. Es el caso de estos profesionales de la comunicación, quienes obviamente no pudieron entender las razones que tuvo un gobierno que se ha especializado en perseguir periodistas, denigrar del oficio y hasta confiscar empresas de medios para, repentina y sorprendentemente, “reconocer” su trabajo. No se prestaron al juego y marcaron una diferencia muy importante con aquellos que aún no han asumido el papel clave que ocupan los periodistas en la sociedad; lejos de eso, se encuentran respaldando el más grave atentado contra la libertad de expresión que se ha cometido en la historia contemporánea de Venezuela. Ellos no pueden otorgar premiaciones al periodismo independiente.

El periodista es el actor principal de los procesos que hacen posible el acto de informar. Por lo tanto es imposible converger en la fatuidad de un premio con quienes ponen cada día más dificultades al acto de informar. Si bien los periodistas no somos los únicos que corremos riesgos en las sociedades donde no hay libertad, lo crucial en este caso es que el riesgo se erige en un atributo específico y exclusivo de la profesión. De ahí que la imagen del periodismo bordea siempre la heroicidad y hay suficiente sensatez como para colocar la seriedad de este compromiso por encima de un galardón de ocasión.

Por otra parte, el periodista está siempre procurando que se exprese la opinión pública y esa expresión es lo que justifica su especificidad profesional. Así, el periodista es el portavoz, de cierta manera el constructor y siempre el defensor de una opinión pública que es la manifestación de los deseos, expectativas y valores en una sociedad. El convertir a la sociedad en opinión dota al periodismo de justificación para ejercer una especial influencia en los actores políticos y le permite un protagonismo sólido en el escenario de la política. Por eso es tan complicado para un gobierno enemigo de las libertades el coexistir con la prensa libre. Qué podrían premiar?

En periodismo las preguntas son cruciales, a veces más que las respuestas. Es claro que esta pregunta apareció como un semáforo en rojo para ambos colegas. Yo me quito el sombrero: Chapeau por ellos!


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