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Monseñor Lückert
por Macky Arenas
martes, 2 octubre 2007


Difícil conseguir un funcionario de este régimen que se acerque siquiera al conocimiento que tiene Monseñor Roberto Lückert, sobre el estado de necesidad de los venezolanos residentes en las diócesis que le ha tocado atender. El recorre, pregunta, anota, entera y fastidia a las autoridades competentes, denuncia si se impone hacerlo, patea Caracas y sus alrededores buscando "los cobres", como él mismo dice, que hacen falta para aliviar la pobreza en su lugar. Pobreza que ya se ha convertido en extrema para asombradas mayorías que esperaban otra cosa de esta "revolución bonita".

Cuando Monseñor Lückert alza su voz para condenar el populismo, lo hace no solamente para alertar sobre las nefastas consecuencias del uso clientelar de los recursos de nuestro pobre país rico; sino también para refrescar la memoria a quienes ahora reproducen, corregidos y aumentados, los errores de políticas contra las cuales se ufanan de haber insurgido en un pasado demasiado reciente como para olvidarlo.

Cuando Monseñor Lückert alza su voz para condenar las pretensiones de cercenar las libertades de los venezolanos, enmascaradas tras un referendo violatorio de la Constitución Nacional, no habla un político de oposición, sino un Pastor de la Iglesia católica que felizmente recuerda con claridad el magisterio del Papa Juan Pablo II durante su primera visita a Mexico: "Cuando la dignidad del ser humano y los derechos de los ciudadanos están en peligro, entonces la política es un asunto de la Iglesia".

Cuando Monseñor Lückert, haciendo uso de ese carisma tan especial con el que fue bendecido, sin pretensiones eruditas ni ínfulas de infalibilidad, se devora los micrófonos con palabras sencillas y mensajes al alcance de la comprensión hasta del menos dotado de los venezolanos, es obvio que plantea un reto: confrontar con la Verdad la sarta de mentiras envueltas en papel-billete con que se marea al pueblo en la ruta hacia el más burdo y hamponil militarismo que, barnizado de castro-comunismo, se quiere imponer en Venezuela.

Cuando Monseñor Lückert opina está evidenciando que la Iglesia sabe de sobra lo que significa un régimen de esas características. Lo ha enfrentado bajo las distintas formas que ha tomado a lo largo de dos mil años de historia y a lo ancho de toda la geografía social y política de la humanidad. Sabe que el sufrimiento mayor es para los más débiles y desprovistos. Sabe que los jerarcas se la gozan… hasta que también caen en medio de la más atroz agonía. La Iglesia no maneja los Estados, pero sí puede orientar los espíritus. Por eso es tan incómoda para quienes desean someter a sus congéneres. Hay tantos Obispos como estilos, pero una sola es la Misión: predicar el mensaje liberador de Jesús. Lástima si, de cara a ciertos proyectos, suena insurreccional.

Cuando Monseñor Lückert se expresa no "empaña climas", sino aclara conciencias. Esa es la gran amenaza que representa y por ello resulta un blanco al cual apuntan los dardos envenenados del régimen. El primer objetivo de una campaña de descalificación y descrédito que tocará a los más esclarecidos de entre los Obispos. Sólo el primero, pues esa arremetida contra la Iglesia toda está diseñada, montada y en marcha. No sólo será verbal, ya esa etapa la agotó Chávez sin saldo a favor. Ahora armarán acusaciones, les endilgarán conspiraciones, atribuirán delitos a personas e instituciones vinculadas. Todo ello se cuece en las ollas situacionales y se filtra por las grietas del descontento rojo. La historia dice que eso viene. La historia también dice que eso pasa y la Iglesia queda.

mackyar@gmail.com


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