Difícil
conseguir un funcionario de este régimen que se acerque
siquiera al conocimiento que tiene Monseñor Roberto Lückert,
sobre el estado de necesidad de los venezolanos residentes
en las diócesis que le ha tocado atender. El recorre,
pregunta, anota, entera y fastidia a las autoridades
competentes, denuncia si se impone hacerlo, patea Caracas y
sus alrededores buscando "los cobres", como él mismo dice,
que hacen falta para aliviar la pobreza en su lugar. Pobreza
que ya se ha convertido en extrema para asombradas mayorías
que esperaban otra cosa de esta "revolución bonita".
Cuando Monseñor Lückert alza su voz para condenar el
populismo, lo hace no solamente para alertar sobre las
nefastas consecuencias del uso clientelar de los recursos de
nuestro pobre país rico; sino también para refrescar la
memoria a quienes ahora reproducen, corregidos y aumentados,
los errores de políticas contra las cuales se ufanan de
haber insurgido en un pasado demasiado reciente como para
olvidarlo.
Cuando Monseñor Lückert alza su voz para condenar las
pretensiones de cercenar las libertades de los venezolanos,
enmascaradas tras un referendo violatorio de la Constitución
Nacional, no habla un político de oposición, sino un Pastor
de la Iglesia católica que felizmente recuerda con claridad
el magisterio del Papa Juan Pablo II durante su primera
visita a Mexico: "Cuando la dignidad del ser humano y los
derechos de los ciudadanos están en peligro, entonces la
política es un asunto de la Iglesia".
Cuando Monseñor Lückert, haciendo uso de ese carisma tan
especial con el que fue bendecido, sin pretensiones eruditas
ni ínfulas de infalibilidad, se devora los micrófonos con
palabras sencillas y mensajes al alcance de la comprensión
hasta del menos dotado de los venezolanos, es obvio que
plantea un reto: confrontar con la Verdad la sarta de
mentiras envueltas en papel-billete con que se marea al
pueblo en la ruta hacia el más burdo y hamponil militarismo
que, barnizado de castro-comunismo, se quiere imponer en
Venezuela.
Cuando Monseñor Lückert opina está evidenciando que la
Iglesia sabe de sobra lo que significa un régimen de esas
características. Lo ha enfrentado bajo las distintas formas
que ha tomado a lo largo de dos mil años de historia y a lo
ancho de toda la geografía social y política de la
humanidad. Sabe que el sufrimiento mayor es para los más
débiles y desprovistos. Sabe que los jerarcas se la gozan…
hasta que también caen en medio de la más atroz agonía. La
Iglesia no maneja los Estados, pero sí puede orientar los
espíritus. Por eso es tan incómoda para quienes desean
someter a sus congéneres. Hay tantos Obispos como estilos,
pero una sola es la Misión: predicar el mensaje liberador de
Jesús. Lástima si, de cara a ciertos proyectos, suena
insurreccional.
Cuando Monseñor Lückert se expresa no "empaña climas", sino
aclara conciencias. Esa es la gran amenaza que representa y
por ello resulta un blanco al cual apuntan los dardos
envenenados del régimen. El primer objetivo de una campaña
de descalificación y descrédito que tocará a los más
esclarecidos de entre los Obispos. Sólo el primero, pues esa
arremetida contra la Iglesia toda está diseñada, montada y
en marcha. No sólo será verbal, ya esa etapa la agotó Chávez
sin saldo a favor. Ahora armarán acusaciones, les endilgarán
conspiraciones, atribuirán delitos a personas e
instituciones vinculadas. Todo ello se cuece en las ollas
situacionales y se filtra por las grietas del descontento
rojo. La historia dice que eso viene. La historia también
dice que eso pasa y la Iglesia queda.
mackyar@gmail.com