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Alturas, llanuras y honduras
por Luis V. Márquez
viernes, 03 julio 2009


Por donde se le vea, ya que estemos ubicados a la derecha o a la izquierda, en las alturas, en las llanuras o en las profundidades, e incluso en la posición más neutral, la situación que se ha generado en Honduras a propósito de la sustitución de Manuel Zelaya como Presidente de la República, nos ha traído incontables lecciones que no deberíamos obviar, ni mucho menos subestimar; al margen de la posición que nuestros países ocupen en el contexto internacional.

Ocurre que el liderazgo político del mundo, asentado en la ONU y en la OEA, han condenado con extraña unanimidad –y esta es la primera lección- el supuesto golpe militar que se habría gestado para separar a Zelaya de la Presidencia. Los grandes y los chicos; los desarrollados y los atrasados; los capitalistas y los socialistas; los europeos, americanos, africanos, asiáticos y los de Oceanía; y en fin, todos los gobiernos, han condenado el “golpe de estado” y reclamado a “gañote suelto” que regresen a Mel. Muchos Presidentes o Jefes del Poder Ejecutivo, acuden a la solidaridad automática para curarse en salud, y otros –inexplicablemente- le acompañan en su interesado jueguito.

Por supuesto, un país pequeño y pobre como Honduras, no requiere de cuidadosos análisis, de engorrosas consultas, de “mesas de negociación y acuerdos”, ni de puntos condicionantes. A Zelaya lo eligió el pueblo hondureño como Presidente, y al margen de que haga lo que le venga en ganas –y he aquí la segunda lección- nadie ni nada podrá apartarlo del poder. Aún cuando se declare “neodictador” - como gustan llamar ahora a quienes hacen de la Constitución un rollo de papel toilette- no podrá tocársele ni con el pétalo de una rosa. Es decir, que la legitimidad de origen no sólo es mucho más importante que la legitimidad de desempeño, sino que esta última no importa ni interesa si se tiene apoyo popular, e incluso aún no teniéndolo, como pareciera ser el caso de Manuel Zelaya.

Otra lección que habremos de asimilar a propósito de este episodio hondureño, es la que se refiere al papel que deben jugar los militares en las sociedades democráticas. Una institución que por principios es de naturaleza antidemocrática como la institución armada, sólo es aceptada y permitida dentro de un estado democrático, habida cuenta la necesidad que tiene el estado de garantizar por intermedio de la administración de la violencia legítima, amén de la defensa y seguridad nacional, la coacción necesaria para que todos los ciudadanos y los entes del poder público, se sometan al imperio de la Constitución y la Ley.
En el caso hondureño, la Fuerza Armada de ese país, no sólo actuó conforme a la letra constitucional establecida en los artículos 272 ( Las Fuerzas Armadas de Honduras se constituyen para mantener y defender el imperio de la Constitución y el principio de la alternabilidad en la Presidencia de la República, entre otras obligaciones) y 323 (Los funcionarios son depositarios de la autoridad, responsables legalmente por su conducta oficial, sujetos a la ley y jamás superiores a ella. Ningún funcionario o empleado, civil o militar, está obligado a cumplir ordenes ilegales o que impliquen la comisión de un delito), sino que demostraron con hechos palpables –y esto es lo apreciable de su lección- que no los movían pretensiones de hacerse con el poder, como ha quedado evidenciado.

Consterna; no obstante, que los defensores “democráticos” del orden internacional, se empecinen en hablar de “golpe militar”, desentendiéndose de los elementos que generaron la crisis política de ese país, donde la interferencia extranjera y la pretensión de Zelaya de seguir un libreto que le permitiera perpetuarse en el poder, tuvieron incidencia definitiva en los eventos que se desencadenaron.

De igual modo, debemos extraer de estos hechos hondureños, otras conclusiones finales que gravitan alrededor de esta coyuntura política de carácter internacional. Me refiero en primer término, al cinismo de algunos líderes de izquierda -y al de las “putas tristes” que les sirven de celestinaje- cuando se trata de salvaguardar espacios de poder para sus proyectos ideológicos. El caso del “demócrata” Raúl Castro -voceando a todo pulmón- sus compromisos libertarios y democráticos con los pueblos de América y del mundo, definitivamente produce ascos por tamaña inmoralidad.

En segundo lugar, es obvia la visión de conjunto que tiene la izquierda internacional cuando se trata de defender a uno de los suyos. No importa que sea un recién llegado como el “izquierdista revolucionario” Zelaya, o una momia al estilo Fidel Castro. En esa misma Honduras, hace poco tiempo, esa misma OEA –dominada y conducida por la izquierda latinoamericana- que hoy amenaza a expulsar al país centroamericano del sistema regional, por su alejamiento de la democracia; produjo una resolución invitando encarecidamente y por unanimidad a la “democracia” cubana, para que se reinsertara en ese organismo internacional, como ya se había anunciado en la Cumbre de Trinidad y Tobago.

Mientras, la supuesta derecha internacional no sólo se observa disgregada, desinformada y carente de estrategia, sino que acompañó el “enternecedor” gesto de invitar a Cuba a retornar a la OEA en aquella oportunidad. Y hoy vuelve a hacer comparsa para deslegitimar una acción verdaderamente democrática, dizque para salvaguardar la institucionalidad y el estado de derecho democrático.

Finalmente –y esto vaya en tercer lugar– los acontecimientos del país centroamericano, nos han mostrado la decadencia del imperio norteamericano. Pues, que el Presidente de la primera potencia económica y militar del mundo, esté más pendiente de hacerles arrumacos y conservar las simpatías de quienes no esconden sus pretensiones totalitarias, hegemónicas y definitivamente contrarias a la libertad y la democracia, en aras de salvaguardar su popularidad, nos convencen del deterioro de esa nación.

Quienes ayer se equivocaron, cuando no tuvieron empacho en apoyar cruentos golpes militares y sanguinarias dictaduras, en una supuesta lucha contra el comunismo, y en aras de imponer su visión y su poder. Se vuelven a equivocar hoy, pero ahora de la mano del comunismo, cuando se manifiestan contrarios a comportamientos indudablemente democráticos –como el ocurrido en Honduras- y acompañan la histeria y el desenfado de una visible estrategia izquierdista, que utiliza los mecanismos y prerrogativas que ofrece la democracia, para –desde la misma democracia- destruir al sistema de libertades e imponer sus socialismos totalitarios.


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