Cuando
dice: “yo soy colombiano de origen… de la Colombia
bolivariana…”, se refiere, por supuesto, al sueño de Bolívar
(La Gran Colombia), el cual necesita concretar (como si
fuera tarea fácil) para satisfacer el embrollo existencial
donde se ha metido al forzar la reencarnación del Libertador
en su propio cuerpo y alma.
Cuando se refiere a “el espíritu y la unidad de este
territorio… que es territorio para hacer concreta la utopía…
y ese es mi compromiso…”, deja en claro la disposición de
ganárselo a como dé lugar: o Venezuela se coge el territorio
colombiano o Colombia se coge al venezolano. Esa es la
disyuntiva que se desprende de una Gran Colombia forzada y
no nacida del diálogo ni de un sano compromiso henchido de
cordialidad.
Cuando manifiesta que “ya estamos elaborando fórmulas para
seguir avanzando…”, indica que hay más, que el proyecto,
necesariamente, aunque toque directamente los asuntos
internos de Colombia, no se retirará, sino todo lo
contrario, se va a profundizar.
Cuando pide sacar a las FARC y el ELN de las listas
internacionales de organizaciones terroristas manifestando
que “las FARC y el ELN no son ningunos cuerpos terroristas,
son ejércitos, son verdaderos ejércitos que ocupan espacio
en Colombia y tienen un proyecto bolivariano que aquí es
respetado”, oficializa la parcialidad con dichos grupos y
nos hace presumir la posible utilización de los mismos como
“quinta columna” de algún plan “liberador” para la hermana
república de Colombia.
Y cuando llama a Álvaro Uribe a retomar el diálogo, lo hace
de manera condicionante: “retomar el diálogo, pero en un
nuevo nivel…reconociendo a las FARC y al ELN como fuerzas
insurgentes de Colombia y no como grupos terroristas”
Por mucho menos que todo lo apuntado, Hitler invadió a
Polonia, Comenzando de esa manera el más grande cataclismo
bélico vivido por la humanidad.
Querer convertir a América Latina en mil Vietnams e insistir
en querer perpetuarse en el poder no son sino formas de
buscar la manera de convertirse en el führer de los espacios
a conquistar por sus “planificadas” campañas, y nos
demuestra, claramente, lo cerca que estamos del fascismo y
lo cerca que estamos del peligro que eso representa para
nuestro país y toda la región.
Hasta hoy, los muertos venezolanos sólo han sido civiles.
¿Logrará ampliarlo hasta lograr arrancarnos también a
nuestra juventud recluta?
Definitivamente, sus acostumbradas palabras “patria,
socialismo y muerte”, nunca antes habían sido mejor
explicadas que hoy, 11 de enero de 2008, ante los aplausos
de una Asamblea Nacional ilícita y traidora a los principios
fundamentales de convivencia que caracterizan a la verdadera
nación venezolana.
Aparentemente, las tinieblas seguirán eclipsando nuestro
discurrir, a menos que logremos alejar, de alguna manera y
antes de que sea demasiado tarde, a quienes dirigen los
inciertos destinos de la nación.
¿Y la oposición…? Bien, gracias, esa guerra no es con
nosotros…