¿Qué nos queda a los venezolanos
sino incertidumbre sobre un futuro dudoso plagado de
normativas que atentan directamente contra la libertad
individual y de normativas que nos pretenden encajonar en un
colectivo vestido de paupérrimo porvenir?
La ilusión bolivariana ha muerto. Sólo existe un fantasma
opresor que de vez en cuando nos recuerda lo malos e
insensatos que somos. Que nos acusa de desleales por cobrar
nuestro trabajo, que nos insulta si diferimos del color que
deben tener nuestras camisas, que nos segrega si nos
atrevemos a protestar. Que no nos deja vivir lo que somos
sino lo que se imaginan que queremos vivir.
Camarógrafos, trabajadores agrícolas, empleados públicos,
militares, obreros a destajo y empleados en general son
vapuleados e insultados por querer resolver sus propios
problemas por su propio esfuerzo.
“El colectivo social-comunista” no discrimina las distintas
necesidades del individuo. Sólo imputa y castiga “la
disidencia”: quien no está conmigo es mi enemigo. No existe
chance al diálogo. Ni existe chance a la reflexión. Ni
existe chance de ser lo que uno sabe que uno es.
La ilusión de formar nuestro propio camino, se trunca con la
aplastante actitud de la única idea bolivariana del siglo
XXI. El futuro individual no existe. Sólo existe el uniforme
que de ahora en adelante deberemos llevar si es que queremos
recibir (escuetamente) algo que nos mantenga en vida.
La vida se ensombrece a causa del ahogo de la alentadora
creatividad individual que cada uno lleva por dentro.
No existen salidas paralelas (ni inventos alentadores que
resuelvan nuestra situación): o nos vestimos todos de rojo,
o pasamos hambre, represión y segregación.
La uniformidad que nos quiere aplicar la boliburguesía
bolivariana, no es algo ocasional. Es una necesidad de
sobrevivencia para sí misma. Es una forma de apartarnos de
las bondades de la sociedad abierta (enemiga de las
dictaduras y enemiga de la opresión) y de forzarnos a la
unilateralidad que nos quieren imponer.
No es cierto que hayamos sucumbido a tan malignas
pretensiones. Simplemente nos han cogido de sorpresa con su
pretensión de perpetuar la idea de un reino omnipotente
(como el de Cuba) que sólo sirva para asegurar el poder de
aquellos que defiendan la cúpula que se nos pretende
doblegar.
No lo lograrán, ya que la creatividad venezolana está libre
de esas amarras incomprensibles que nos quieren imponer.
La ilusión de formar nuestro propio futuro es más fuerte que
la imposición de los patrones importados que pretenden
distorsionar lo que verdaderamente anhelamos.
Ya falta poco. Lo sé porque la única manera de ser libre en
Venezuela, hoy en día, es la de ser independiente de los
“regalos” institucionalizados del Estado.
- Muy bien, gracias, dame la cesta ticket, dame la misión,
pero no me quites la posibilidad de ser libre trabajador
informal (buhonero).
Esa es la realidad, que más pronto que tarde, dará con el
traste a esta locura mesiánica del socialismo del siglo XXI.
Ahora bien, si no abrimos los ojos ahora, los que están en
el poder, bien conscientes de lo que estamos hablando,
podrían decidirse a implementar el zarpazo final: o sea, la
oficial eliminación de la república de Venezuela y la
implantación de un estado abiertamente antidemocrático que
castigue, como en los comienzos de Cuba, la disidencia con
el paredón.
No dejemos que muera la ilusión en manos de un orate rodeado
de bandidos que manipulan sus manifiestas deficiencias.
Digamos NO ahora, y en las próximas elecciones de noviembre.