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El voto castigo
por Liko Pérez
lunes, 1 septiembre 2008


Debemos reconocer que “el voto castigo” contiene gran poder de aglutinamiento, así como en esa incontenible fuerza que hizo posible la victoria del Teniente Coronel en 1999.

Debemos reconocer también que su efectividad no tiene nada que ver con la “efectividad política” que se genera desde el sano discurso democrático (donde bien organizadas oposiciones generan argumentos pulidos y discutidos con amplitud), sino que más bien acostumbra a dar (“el voto castigo”) resultados difíciles de predecir, cosa que en la actualidad no necesitamos explicar.

Nuestro problema actual no es que no existan alternativas a la profunda mediocridad política que vivimos hoy sino, todo lo contrario, que existen varias y muy bien identificadas tendencias ideológicas que bien podrían considerarse como “válidas alternativas”.

Ante tal circunstancia, como lo es la necesidad de utilizar la fuerza inherente que contiene el “voto castigo”, por un lado, y el peligro de repetirnos en otro catastrófico desarrollo político como el actual, por el otro, sólo optamos, en vez de aunar esfuerzos categóricos y definitivos, por un irresponsable aprovechamiento de la confusión que nos ofrece el “río revuelto” que crea el propio “voto castigo”, río donde todo el mundo quiere pescar, a su manera, sin saber qué sacará de sus turbias aguas.

Aparentemente (y digo aparentemente para ser benévolo), la mayoría de los dirigentes políticos del país no quieren creer (a pesar de que lo ven a diario) que el peligro que vivimos hoy alberga “insospechables” posibilidades de seguir deteriorando nuestro entorno social; y también que, prácticamente, todo pueda resultar en la definitiva eliminación de lo poco que nos queda de libertad.

Esa ingenuidad nace posiblemente del debilitamiento del temple que se necesita para ejercer una política visionaria y pragmática que nos saque, definitiva e integralmente, del subdesarrollo político, social y administrativo que experimentamos hoy.

¿Existe alguna otra alternativa para contrarrestar los efectos negativos que nos puede volver a generar el “voto castigo” que la de acordar pactos ideológicos que rompan la posible atomización del mismo?

La oposición al gobierno bolivariano no sólo debe acordar una plataforma política común sino que también debe aprender a defenderla ante sus seguidores.

Sólo así, ideológicamente unidos por esencialidades democráticas (aunque sólo sea por un pacto democrático transitorio), obtendremos el necesario campo de acción que nos permita enfrentarnos al mediocre populismo que, como todos sabemos, vive de pescar en ese mismo río revuelto que, a toda costa, debemos evitar.

Quizás en Venezuela existen más bolivarianos que los que ya conocemos, ya que considero que para ser un verdadero chavista bolivariano, no sólo basta con votar por Chávez sino que también requiere de “hacer uso” de las mismas estrategias que el Teniente Coronel utiliza.

¿Dónde están los políticos “de oposición”, abiertos al diálogo y a la concordancia?

Preséntense, que por ustedes iremos a votar…


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