Cuando
la idiotez se impone como virtud, se coartan las esperanzas
de avanzar hacia lo desconocido (que es parte de la
motivación de vivir).
Desgraciadamente, eso es lo que está sucediendo en nuestro
país; ya que no es sólo por causa de la psicopatía patente
de nuestro presidente sino también por la continua
asimilación de gente corta de intelecto y larga en
narcisismo inconsciente (oligofrenia) lo que incrementa,
paulatinamente, la clase dirigente de nuestra sociedad.
Haber oído el discurso delirante de nuestro nuevo Ministro
de la Defensa es como haber asistido a una sesión de tortura
donde tanto se atropella a la inteligencia como se envilece,
desde el poder, la libertad que nos puede brindar la
creatividad.
Aquí, para los que estén interesados en saber lo que es la
oligofrenia, les dejo un ejemplo en vivo: http://www.youtube.com/watch?v=YpIjOg5NDFU
Lo más grave es que “todo lo que sucede” es una verdadera
realidad contundente y no un sueño o farsa melodramática de
teatro vulgar. El general en jefe de nuestra defensa militar
se emociona públicamente ante un paraninfo que le hace corte
a los endiosados; a los dioses de un Olimpo mediocre que un
Chávez descabellado va creando y que inexplicablemente no es
rechazado, drástica y categóricamente, por un país
aparentemente ávido de teatros de tercera, de cuarta, de
quinta y hasta de miserables guiñoles de ínfima categoría.
En la dramaturgia de calidad, las tragedias nos hacen llorar
y las comedias nos hacen reír con franca satisfacción; y eso
simplemente porque son acertadas “representaciones
virtuales” de nuestro existir; porque “ya cerrado el telón y
recogido el último muerto”, como apunta Borges, volvemos a
nuestra cotidianidad. Muy al contrario, la crudeza que nos
impone un mediocre melodrama hecho realidad a la fuerza, ni
nos hace reír ni llorar: sino que nos hace temblar al
entender la lapidaria vigencia de su realidad.
Así vamos en esta aventura de país imaginario que, a la
mejor manera de Lewis Carroll, nos hunde en un mundo de
sueños absurdos; en un mundo que sólo nos ofrece una salida
onírica y muy poco real a nuestra vivencia terrenal (ya que
considero que sólo la muerte de los demás es el único,
irreversible y decisivo hecho que tiene que ver con nuestra
más profunda concepción de realidad).
Hablo de oligofrenia porque a tan altos niveles de estupidez
es insensato hablar de irresponsabilidad (o de traiciones
inteligentemente premeditadas); eso más bien se lo dejamos a
los maquiavélicos psiquiatras como Jorge Rodríguez, quien a
la mejor manera de un Dr. Gaché que incitó a Van Gogh al
suicidio, nos pretende manipular desde su propia e insana
concepción de realidad.
Estamos entonces simplemente en manos de orates y
delincuentes; y todo quizás debido al haber descuidado no
sólo nuestras cárceles, sino también nuestras instituciones
de sanidad mental.
Espero que las hojas que lleva el tronco del árbol que
nuestro ministro menciona, tan delirantemente, en su
discurso, logren sacudirse esa malsana y recalcitrante
realidad (una realidad que indiscutiblemente nos deja
vislumbrar la profundísima enfermedad de todos los
incapacitados que guían el futuro de nuestra futura
sociedad).