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¡Se acabó la diversión, llegó el soberano
y mandó a parar…!

por Liko Pérez
miércoles, 24 octubre 2007


Acordarse de Carlos Puebla, en estos momentos, es relevante; sobre todo si se trata del comienzo de una situación irreversible que, por supuesto, en este caso se nos presentan como una situación de connotaciones diametrales a lo que el “trovador contestatario” se planteaba hace varias décadas.

Lo que es esencial es que los cambios, que siempre suenan a revolución, son buenos o malos tanto para las derechas extremas como para las izquierdas también extremas. Es importante estar al tanto que el simple proceso de revertir una realidad por otra, por nacer o definirse (al margen de su tendencia política), es lo que es relevante en los procesos (drásticos) de cambio. Y en nuestro caso es una insurrección (cambio) que puede neutralizar “una evolución no deseada”.

Para explicarme mejor, lo que quiero decir es que después de casi diez años de gobierno revolucionario bolivariano del siglo XXI, el momento de su cuestionamiento político ha tocado sus inseguras bases para dilatarse y carcomer su popularidad. Así son siempre los procesos históricos de cambio: son procesos pasajeros pero reiterativos; y donde cada vez se decapita a los que ostentan el poder para probar otras alternativas (sin incumbir si estas se manifiestan tan nefastas como las que se pretenden eliminar, nada de eso importa).

En nuestro caso actual, el desmejoramiento social y económico del proceso bolivariano nos indica que no sólo estamos al final de nuestra causa de recuperación (preparándonos para algo nuevo), sino más bien estamos en el comienzo del final del proceso bolivariano; o para parafrasear a Churchill: “Este no es el final de nada. No es ni siquiera el comienzo de nada. Pero si es, tal vez, el final del comienzo”.

Hay que cuidarse mucho de que a uno lo cataloguen de “brujo”, sobre todo cuando uno pretende preconizar (o adelantarse) al futuro. Pero sinceramente, los números no me dan respuestas positivas para Chávez: la economía está por el suelo (y sólo se profundiza la debacle), la escasez es patente y difícil de subsanar, la inflación es imparable y la ortodoxia impuesta desde el esquema fascista es profundamente cuestionada por la mayoría; es un desacertado ataque infructuoso al libre albedrío que representa la esencialidad de nuestra idiosincrasia (la vernácula idiosincrasia, para bien o para mal, se siente chocada hasta más no poder).

Este gobierno no dura hasta diciembre. O en el peor de los casos hasta enero (cuando la reconversión termine de hacer de las suyas).

Insisto, votar o no votar es un asunto secundario, pero estar conscientes de botar (o expulsar) a esta caterva de delincuentes amarrados al poder, es una necesidad esencial para cambiar el curso de nuestra realidad; es un asunto que se va haciendo cada vez más evidente y profundamente consciente en la totalidad de nuestra sociedad (cualquier cosa será mejor que esta).

A Chávez lo tumbarán los chavistas, y los hechos que comienzan a manifestarse como irrefutables (la disidencia de la base chavista) indican que todo resultará ser una nueva, e incuestionable, manifiesta realidad.

Y no es por brujería que se puede esgrimir tal análisis, sino que es más bien por simples reflexiones sobre nuestra idiosincrasia (aunadas a las funestas circunstancias concretas actuales) que me atrevo a preconizar ese desenlace.

La única y última manera de prevalecer en el poder que tiene este gobierno es la de instaurar los juicios sumarios que propone Cilia Flores (a la mejor manera guevarista). Y comenzar a fusilar hasta a sinvergüenzas tan notorios como el Fiscal General de la nación (simplemente porque pretende salvarse volteándose a último momento), y aunque también le pueda tocar a otros símbolos entorpecedores de la “supuesta revolución”, es indiscutible que los enemigos ahora también son ex-chavistas.

¿Se atreverá la cómoda boli-burguesía a tomar decisiones como las que se tomaron en la Cuba de los cincuenta?

En realidad, esa es una verdadera posibilidad; y aunque no perderíamos gran cosa en algunos casos, esto sería una arbitrariedad que en la actualidad acarrearía consecuencias negativas de connotación internacional.

Las cosas, hoy, no van nada bien para Chávez. Las cosas hoy, van algo mejor para nosotros los opositores ex-chavistas o no chavistas.

No desperdiciemos entonces, ahora que la brizna surge, la oportunidad de soplar la enorme cantidad de candelitas que emergen por doquier. Sumemos, no fragmentemos.


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