Acordarse
de Carlos Puebla, en estos momentos, es relevante; sobre
todo si se trata del comienzo de una situación irreversible
que, por supuesto, en este caso se nos presentan como una
situación de connotaciones diametrales a lo que el “trovador
contestatario” se planteaba hace varias décadas.
Lo que es esencial es que los cambios, que siempre suenan a
revolución, son buenos o malos tanto para las derechas
extremas como para las izquierdas también extremas. Es
importante estar al tanto que el simple proceso de revertir
una realidad por otra, por nacer o definirse (al margen de
su tendencia política), es lo que es relevante en los
procesos (drásticos) de cambio. Y en nuestro caso es una
insurrección (cambio) que puede neutralizar “una evolución
no deseada”.
Para explicarme mejor, lo que quiero decir es que después de
casi diez años de gobierno revolucionario bolivariano del
siglo XXI, el momento de su cuestionamiento político ha
tocado sus inseguras bases para dilatarse y carcomer su
popularidad. Así son siempre los procesos históricos de
cambio: son procesos pasajeros pero reiterativos; y donde
cada vez se decapita a los que ostentan el poder para probar
otras alternativas (sin incumbir si estas se manifiestan tan
nefastas como las que se pretenden eliminar, nada de eso
importa).
En nuestro caso actual, el desmejoramiento social y
económico del proceso bolivariano nos indica que no sólo
estamos al final de nuestra causa de recuperación
(preparándonos para algo nuevo), sino más bien estamos en el
comienzo del final del proceso bolivariano; o para
parafrasear a Churchill: “Este no es el final de nada. No es
ni siquiera el comienzo de nada. Pero si es, tal vez, el
final del comienzo”.
Hay que cuidarse mucho de que a uno lo cataloguen de
“brujo”, sobre todo cuando uno pretende preconizar (o
adelantarse) al futuro. Pero sinceramente, los números no me
dan respuestas positivas para Chávez: la economía está por
el suelo (y sólo se profundiza la debacle), la escasez es
patente y difícil de subsanar, la inflación es imparable y
la ortodoxia impuesta desde el esquema fascista es
profundamente cuestionada por la mayoría; es un desacertado
ataque infructuoso al libre albedrío que representa la
esencialidad de nuestra idiosincrasia (la vernácula
idiosincrasia, para bien o para mal, se siente chocada hasta
más no poder).
Este gobierno no dura hasta diciembre. O en el peor de los
casos hasta enero (cuando la reconversión termine de hacer
de las suyas).
Insisto, votar o no votar es un asunto secundario, pero
estar conscientes de botar (o expulsar) a esta caterva de
delincuentes amarrados al poder, es una necesidad esencial
para cambiar el curso de nuestra realidad; es un asunto que
se va haciendo cada vez más evidente y profundamente
consciente en la totalidad de nuestra sociedad (cualquier
cosa será mejor que esta).
A Chávez lo tumbarán los chavistas, y los hechos que
comienzan a manifestarse como irrefutables (la disidencia de
la base chavista) indican que todo resultará ser una nueva,
e incuestionable, manifiesta realidad.
Y no es por brujería que se puede esgrimir tal análisis,
sino que es más bien por simples reflexiones sobre nuestra
idiosincrasia (aunadas a las funestas circunstancias
concretas actuales) que me atrevo a preconizar ese
desenlace.
La única y última manera de prevalecer en el poder que tiene
este gobierno es la de instaurar los juicios sumarios que
propone Cilia Flores (a la mejor manera guevarista). Y
comenzar a fusilar hasta a sinvergüenzas tan notorios como
el Fiscal General de la nación (simplemente porque pretende
salvarse volteándose a último momento), y aunque también le
pueda tocar a otros símbolos entorpecedores de la “supuesta
revolución”, es indiscutible que los enemigos ahora también
son ex-chavistas.
¿Se atreverá la cómoda boli-burguesía a tomar decisiones
como las que se tomaron en la Cuba de los cincuenta?
En realidad, esa es una verdadera posibilidad; y aunque no
perderíamos gran cosa en algunos casos, esto sería una
arbitrariedad que en la actualidad acarrearía consecuencias
negativas de connotación internacional.
Las cosas, hoy, no van nada bien para Chávez. Las cosas hoy,
van algo mejor para nosotros los opositores ex-chavistas o
no chavistas.
No desperdiciemos entonces, ahora que la brizna surge, la
oportunidad de soplar la enorme cantidad de candelitas que
emergen por doquier. Sumemos, no fragmentemos.