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¿Una injerencia aceptada por quién?
por Liko Pérez
sábado, 21 julio 2007


Los cubanos enviados por Cuba a Venezuela son individuos muy bien entrenados por la dictadura fascista cubana. No conocen otra cosa, luego de más de cuarenta años de dictadura comunista, que la obediencia irrestricta al aparato todo poderoso que controla la sociedad donde crecieron.

Una de las estrategias del G2 cubano, para ayudar a establecer una sociedad comunista en Venezuela, es la de infiltrar con “cubanos disidentes” a la sociedad civil venezolana (y a las estructuras militares del país). La razón es obvia: espiar y ganar control para que la nomenclatura de la isla pueda seguir viviendo del tesoro nacional venezolano.

Es verdaderamente triste sentirse siempre propenso a “dudar” de todo cubano enviado por Fidel, ya que con toda seguridad existen aquellos que han vislumbrado un poco de la verdad que se les ha negado durante tanto tiempo y verdaderamente estarían dispuestos a romper. Sin embargo, aunque no paguen todos juntos por pecadores, cosa que no es difícil de aceptar desde nuestra ingenua idiosincrasia venezolana, no podemos aventurarnos a confiar (a priori) de todas las “supuestas” disidencias.

El aparato que maneja el G2 cubano es de los más peligrosos que existen (lleno de experticia eficiente heredada tanto de la Stasi como de la KGB) y ha hecho metástasis en nuestro país penetrando todos los aspectos de nuestra cotidianidad: entre otras cosas en los registros y notarías, en la educación, la telefonía, los medios de comunicación, los cuerpos policiales y militares, las industrias estratégicas y hasta en el transporte colectivo y los programas de adoctrinamiento moral “socialista” (la misiones).

El Sr. Chávez, el más nefasto gobernante de toda la historia del país, amerita sin ningún tipo de consideración el más profundo repudio que jamás gobernante venezolano haya merecido; esto tanto a causa de su enfermizo deseo de querer perpetuarse en el poder (cueste lo que le cueste a la nación) como por habernos demostrado, reiteradamente, que es capaz de llegar a cometer cualquier tipo de delito (desde regalar el país a potencias extranjeras hasta querer empobrecerlo más para poderlo dominar).

Lo que más nos debe preocupar es la consecuente inocencia y buena voluntad que en general caracteriza a nuestros ciudadanos de a pie, al no rechazar, aunada y determinantemente, la traición que el bicho del poder bolivariano nos quiere imponer con una nueva y “eternizante constitución”.

Vamos en camino de perder la parte más buena de nuestra venezolanidad (el libre albedrío) y convertirnos en lacayos de fuerzas externas que apuntan a terminar de controlar la poca riqueza que nos queda; siendo la causa de nuestra perdición, contradictoriamente, nuestra propia actitud de libertad mal interpretada.

El Gobierno Bolivariano de Venezuela no merece nuestro silencio sino nuestro más profundo grito de desprecio.

Cada vez se nos hace más “natural” el reconocernos en el sufrir, en descubrirnos mutuamente en esa miseria que hoy va logrando unirnos a todos por igual. Si lo que aspirábamos era que no existiera tanta pobreza, el resultado ha sido exactamente lo contrario: ya no existe ni siquiera una clase media emergente e “independiente” de los resortes controladores del estado, sino sólo pobres obligados mendigos dependientes de limosnas denigrantes y una nueva oligarquía muy consciente de las exageradas bondades de que disfruta y que no quiere perder.

Nuestro futuro debe ser un futuro endógeno y con absoluta participación de todos los “venezolanos” (vengan de la clase que vengan). Y no un futuro exógeno, impuesto por culturas políticas hasta ahora extrañas a nuestra identidad.

No desfallezcamos en hacerle resistencia a la rapiña orquestada desde “una Cuba linda secuestrada de su libertad”; y en cuanto a los traidores venezolanos que diligentemente hacen posible su avance vertiginoso, que sientan todos los días el insondable desprecio de los que verdaderamente sí creen en la superación de su sociedad.

Basta ya, reaccionemos antes de que nuestro malsano gobernante, con el apoyo de los detractores de la democracia venezolana, se haga de una nueva constitución que amenace aún más nuestra ya mermada libertad.

¡Sí al 350, hagamos corta la agonía de unos aventureros sin expectativas de salvación!


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