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SITS: un instrumento más para el G2
por Liko Pérez
jueves, 21 junio 2007


El Sistema Integral de Transporte Superficial (SITS) que pronto comenzará a tomar forma en la ciudad capital y todo el país (empresa que por supuesto será controlada por el Estado), bien podría ser uno más de los posteriores avances hacia el “comunismo-fascismo” del siglo XXI.

Es bien conocido el papel que dichos servidores públicos (los taxistas del Estado), junto a conserjes, serenos, guachimanes, comités de barrio, etc., han jugado en las sociedades fascistas y comunistas para recabar información sensible sobre la actitud individual de los ciudadanos (lo que hablan o a dónde van o de dónde vienen). Todo esto, en conjunto al control de los medios, la telefonía, el Internet y las actividades cubanas en los registros venezolanos, es cosa que hay que comenzar a interpretar con mucha seriedad.

Por lo tanto, el problema económico que enfrentan los transportistas venezolanos, aunque importante, se queda pequeño (o es marginal) en relación a las ulteriores implicaciones que este control comunicacional representa para toda la nación.

Poco a poco, y sin ningún lugar a dudas, éste régimen obviamente totalitario que nos gobierna, cierra consecuentemente, cada vez más, el cerco de control que aqueja a los ciudadanos del país.

George Orwell nos advierte de los peligros del control ciudadano por parte del Estado. Su profusa literatura al respecto (aparentemente de ciencia ficción pero hecha realidad en infinidad de ocasiones), nos revela lo cerca que estamos de la pérdida total de nuestra libertad.

Todo esto, aunado al lavado cerebral “patriótico” y a los procesos de adoctrinamiento infantil que se adelantan en los procesos educativos, nos debería hacer temblar y también no permitirnos dudar del terrible futuro que nos depara nuestra irresponsable actitud de comodidad (hablo de los que no están convencidos).

En “La muerte en vida”, un excepcional testimonio sobre los últimos años de Virgilio Piñera en Cuba, escrito por el talentoso poeta y dramaturgo Antón Arrufat y recogido en su libro Virgilio Piñera: entre él y yo, Ediciones Unión, La Habana, 1994, podemos leer el siguiente párrafo:

“En los años del setenta, calificados por Piñera de muerte civil, la burocracia de la década nos había configurado en esa "extraña latitud" del ser: la muerte en vida. Nos impuso que muriéramos como escritores y continuáramos viviendo como disciplinados ciudadanos. Dar muerte al ser que nos otorgaba la escritura y existir con el que nos otorgaba el Estado, exigencia casi metafísica en una sociedad que se proponía el materialismo, era imposible de cumplir. Tras la orden, la burocracia, dando por hecho esta imposibilidad, tomo las necesarias medidas estatales para llevarla a la práctica. Nuestros libros dejaron de publicarse, los publicados fueron recogidos de las librerías y subrepticiamente retirados de los estantes de las bibliotecas públicas.”

Casi para llorar.

A los ingenuos que aún creen que esta títere revolución bolivariana es autóctona y vernácula (y que el país no ha sido traicionado y puesto a la orden de intereses extranjeros), les pido se miren en el espejo cubano. Y que cuando empiecen a temblar de miedo por la realidad que se avecina, no se escondan; sino que más bien salgan a la calle a defender la idiosincrasia que nos legó Bolívar.

Veremos si logran imponernos sus “muertos en vida”, en una Venezuela que comienza a entender lo que es la libertad.


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