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Viva la vida
por Liko Pérez
jueves, 19 abril 2007


A propósito del esclarecedor editorial de Venezuela Analítica del 16 de abril de los corrientes (El amor a la muerte), se me ocurre que es también necesario dejar en claro que el grito de “Viva la Muerte” no involucra sólo una merma de inteligencia en quienes proclaman ¡Muera la inteligencia!, sino que por el contrario también implica profusas simplicidades de asquerosa liviandad ética y estética.

“Viva la muerte”, atina hacia la desesperación y la aventura como salida ulterior y narcótica de la impotencia que produce la brutalidad certificada. De eso no existen dudas.

Por lo tanto me pregunto, algo preocupado por las condescendientes discusiones que la brutal consigna que proclama nuestro gobierno despiertan: ¿Hasta cuándo vamos a caer en la trampa de estar considerando la supuesta existencia de un socialismo del siglo XXI, de tan claras apetencias escatológicas?

Hablemos más bien del “Ladronismo del siglo XXI”, que es como más bien debe definirse esta macabra triquiñuela pirata y plagada de injusticia; y sobre todo de abrumadora mediocridad.

En realidad, el fragmento del discurso de Unamuno en el mencionado editorial (discurso cargado de inequívoca valentía), demuestra la inquebrantable fuerza que la ética puede generar en cualquier ser humano prudente, sin que por eso debamos menospreciar la fuerza que a ciencia cierta añade su hermana inseparable: la estética (o el mundo de las artes). Ya que ambas, mano a mano, confrontan la fealdad, la grosería, el cinismo, la mentira, la improvisación, la sordidez, la bajeza, las mañas, la brutalidad, las bravuconadas, la miseria, la pobreza de espíritu, la ordinariez, los insultos, la indecencia, el contubernio, las venganzas, el desencanto, la subordinación obligada, el chantaje, la criminalidad, la intolerancia, la impunidad, la viveza vernácula y su tradicional “Colín Coleo”; también los enturbamientos, el ensañamiento, la desesperanza, la arrogancia, las indiferencias, la hipocresía, el desasosiego, la traición, la cobardía, la desidia, la complicidad, la charlatanería, la falta de dignidad y hasta las excrementosas enfermedades que propenden los malsanos cantos fascistas a la muerte.

¿Si tanto le gustan los muertos a nuestro Teniente Coronel, como lo demostró en 1992, porqué no se va a vivir a un cementerio en vez de querer crear un cementerio de toda nuestra sociedad?

Una cosa está clara: y es que habiendo llegado ya al alto nivel de perversa complicidad como al que ha llegado (lo digo por lo de los muertos), este Teniente Coronel no se irá por sí solo. Sino que los cientos de miles de Unamunos, Pemanes, Machados, y otros ilustres que llevamos dentro, nos procurarán toda la perseverancia que necesitemos para lograr asegurarle un justo e irrebatible sitio en su anhelado infierno.

“…Cuando se acerca el fin, ya no quedan imágenes del recuerdo; sólo quedan palabras. No es extraño que el tiempo haya confundido las que alguna vez me representaron con las que fueron símbolos de la suerte de quien me acompañó tantos siglos. Yo he sido Homero; en breve, seré Nadie, como Ulises; en breve, seré todos: estaré muerto....” (Último párrafo de “El inmortal” de Jorge Luís Borges).

En Posdata de 1950 y a causa de comentarios no compartidos por Borges, éste hace la siguiente aclaración: “Cuando se acerca el fin, escribió Cartaphilus, ya no quedan imágenes del recuerdo; sólo quedan palabras. Palabras, palabras desplazadas y mutiladas, palabras de otros, fue la pobre limosna que le dejaron las horas y los siglos.”

Espero que nuestro Teniente Coronel viva una eternidad (como la sufrida por “El inmortal”, de Jorge Luís de Borges); pero no entre nosotros, sino en ese oscuro y sulfuroso sitio donde la justicia democrática, tarde o temprano, lo logrará colocar.


El mencionado editorial de Venezuela Analítica se encuentra en:
www.analitica.com/va/editorial/1293302.asp


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