La
posibilidad de un desarrollo propenso a la praxis fascista
(o a la presencia inadvertida de un “fascismo inconsciente”)
puede, digo yo (y a causa de que aun no se sabe lo que es),
formar parte del inconsciente político del socialismo del
siglo XXI.
Entre la praxis efectiva del quehacer ordinario (el que yo
hago) a favor de la libertad democrática y la del quehacer
férreo de la disciplina académica, se cuelan realidades
nuevas que escapan a las definiciones de lo que
académicamente se pueda considerar ser el origen (y en
consecuencia el resultado evolutivo a partir de las mismas)
de la situación histórica que vivimos hoy.
Desgraciadamente, la disciplina inherente a los estudios
académicos basados en realidades nacidas del análisis
postrero (de un pasado ya relegado a la historia), no
permite considerar (tomar en cuenta) la creatividad social
(posible y necesaria) que solicitan las visiones de futuro;
de esta manera, esa praxis académica queda naturalmente
relegada al pasado (cosa valiosa en relación al
establecimiento rígido de lo poco que se puede rescatar como
“verdadera realidad acontecida”; pero sin que esto implique
también, que pueda lograr explicar algo de lo que “ha de
acontecer”).
Preguntarnos si Chávez es fascista o comunista, es algo
irrelevante en el contexto opositor de la Venezuela de hoy.
En realidad, Chávez es un peligroso populista (digo yo), y
como tal, tanto agarra de lo uno como de lo otro a la hora
de actuar (mientras le aguante la chequera).
Entre las características bolivarianas más concretas y
cercanas al fascismo, encontramos los siguientes escenarios
actuales:
1- El programa educativo “Simoncito”, al mejor estilo de la
Jugend de Hitler (…el que se haga dueño de la juventud, se
gana el futuro), es un ejemplo claro de la tendencia
fascista de este gobierno (adoctrinar y pretender apadrinar
la patria potestad de los hijos de los venezolanos).
2- La utilización de los derechos “inalienables” de las
etnias originarias (derechos por encima del derecho) y la
utilización de terminologías religiosas (léase Himmler – uno
de los golpistas fascistas de 1923) nos muestran una clara y
consciente manipulación antropológica de inequívoco carácter
“facistoide”.
3- La Wafen SS de Hitler, es fácilmente comparable a la
guardia pretoriana de Chávez (La Reserva); y los Círculos
Bolivarianos, Tupamaros y otras manifestaciones de
politización de la violencia (financiados por el gobierno),
nos muestran el antecedente de “Una posible noche de los
cristales rotos, tropical”.
4- La GESTAPO venezolana, léase la policía política chavista
con ayuda del G2 cubano (con suficiente experiencia de la
DDR), es una muestra característica de una organización
fascista que propende la delación.
5- La ideología mítica y el culto a la personalidad
(constantemente presente en la retórica chavista), nos
indica una cercanía ineludible a las esencialidades del
fascismo.
6- Las acciones “blixt” de Cháves (Bolivia, Ecuador,
Nicaragua, etc.), aunque no tan brillantes como las guerras
del “Führer”, conllevan la misma intención: “expandir
universalmente” la gloria del movimiento bolivariano.
Quiero recordar que Hitler (como Chávez en Venezuela en
1992) se supo aprovechar del descontento popular que reinaba
en Alemania; y luego de un intento de golpe de estado
fallido en 1923 (junto a Himmler y Göring), logra escalar
(como Chávez, Chacón y compañía en 1998) a la posición que
lo convirtió en el regente absoluto de Alemania;
convirtiéndose, al mismo tiempo, en la siniestra figura que
los guiaría hacia el conocido y catastrófico destino de la
nación germana).
A final de cuentas lo que es importante es la praxis. Las
teorías académicas sobre lo que fue Stalin o Hitler en
relación a Chávez, aunque nos ayuden a una aproximación de
las verdades del aquí y ahora venezolano, no satisfacen
totalmente nuestra necesidad de entender el escollo
histórico de hoy. La diferencia más importante entre Stalin
y Hitler (aunque obviamente existieron muchas más), es
quizás que las víctimas no fueron siempre las mismas
(precisamente como es en la Venezuela hoy).
Los aportes académicos sobre la definición de fascismo
(sobre todo de los venezolanos que se han esforzado en
traducirlos a nuestra cultura) como es el caso del Profesor
Aníbal Romero, ciertamente han enriquecido nuestras
posibilidades de interpretar, más correctamente, el curso de
la historia pasada.
Sin embargo, insisto categóricamente que tales disecciones
académicas muy poco nos revelan sobre el desarrollo actual
del chavismo; ya que el régimen populista chavista no sólo
conlleva una clara tendencia a convertirse (por
conveniencia) en comunista (como muchos estamos de acuerdo
en coincidir), sino que también tiende a ser fascista desde
el momento en que recurre, como he apuntado anteriormente,
tanto a las mismas estrategias que caracterizaron a los
fascismos históricamente conocidos, como a cualquier cosa
que avive el culto narcisista que lo caracteriza.
Entonces, ¿Por qué ha de ser mejor o peor, ser fascista que
comunista?
¿No será más bien que ser embrollón populista permite
cualquier permutación?