“Tirar
el resto” forma parte del pensamiento mágico venezolano; y
es cierto también, que alguna que otra vez se han
evidenciado resultados “positivos” con esa actitud: sobre
todo con la esperanza de forzar avatares que transformen en
bien los reveses que propicia el mal vivir (así como cuando
el dado, en la noche linda, te devuelve tus corotos).
Venezuela, en esta última gira presidencial por
Latinoamérica, ha ido tirando el resto en una desesperada
jugada pre-agónica. Esto lo digo por lo que entiendo de lo
que escriben concienzudos economistas en cuanto a que el
saco ya tiene el fondo roto; y que obviamente, para que no
se note tanto, se ofrecen relucientes joyas que otrora eran
intocables (nuestras últimas reservas). Sumo y sumo y resto
y resto la inmensa cantidad de dólares que ésta gira ha
gravado, regalado o mal invertido (llámelo como quiera), y
no me cuadran las cifras que indiquen sanidad económica o,
simplemente que no nos estemos acercando a una ruina total.
Un avatar es ansiosamente esperado para que haga su
aparición redentora y nos proporcione la oportunidad de
doblegar nuestras contrariedades; esperanzados, como
siempre, en un milagro que nos permita revertir esta
evidente y catastrófica realidad (realidad enrarecida por un
disparatado y mágico facilismo de irresponsable envite que
nos enceguece con su malsana fe).
La mejor manera de contar lo que está sucediendo en
Venezuela, es diciendo que no pasa nada, que todo va bien:
“Tout va très bien, Madame la Marquise”.
No se si conocen el caso de la marquesa que, estando de
vacaciones, llama a su mayordomo para preguntarle como van
las cosas. – Todo va bien, Sra. Marquesa…, respondía el
mayordomo consecuentemente. Hasta que un día le agregó que
desgraciadamente se había muerto el gato. -¿Cómo, se murió
el gato…? ¿Y cómo se murió? – Bueno, Sra. Marquesa, se murió
durante el incendio del palacio. Y de esta manera sigue el
mayordomo y le explica que fue a causa de un accidente con
una vela lo que ocasionó el incendio de los cortinajes
cuando el Marqués se suicidó. –Pero si todo iba bien,
increpaba desesperadamente la Marquesa. –El Sr. Marqués no
pudo aguantar la noticia de que se había arruinado y tendría
que venderlo todo. Bueno, Sra. Marquesa, espero que me
disculpe, pero tengo que colgar porque ya me conseguí otro
trabajo.
En realidad, aquí en Venezuela
podríamos seguir diciendo que aquí no pasa nada (gracias al
respiro artificial de los altos precios del petróleo),
aunque la realidad sea totalmente contraria: PDVSA (lo único
que queda de una Venezuela productiva) está prácticamente al
borde de una depresión.
La fabricada ilusión de
“aparente normalidad” que nos brinda la “regaladera” de
dinero, no sólo nos indica una manera engañosa de
plantearnos la realidad sino que también nos indica lo
avanzados que estamos en el arte del autoengaño. Y, de paso,
también nos indica que para explicar nuestra realidad, da
igual si lo hacemos en francés, en chino o en vietnamés,
porque como bien reza la dialéctica de nuestro lenguaje: a
buen entendedor pocas palabras.
Entonces no es que sólo el palacio se quema, sino que la
producción agrícola, la porcina, la avícola y la bovina han
colapsado estrepitosamente, y que la infraestructura del
país está en ruinas y el problema de la inseguridad
ciudadana es patente y la sanidad mental de nuestra abrumada
población muestra síntomas de profundo deterioro.
Por lo tanto, Sr. Presidente, no
se preocupe: Bienvenido de vuelta, que aquí no ha pasado
nada, sino que simplemente nos encontramos reunidos porque
vamos a enterrar al gato.