Ante
un discurso tan certero, joven y centrado en verdaderas
necesidades, como fue el discurso de los estudiantes en la
Asamblea Nacional, se cae toda la retórica embrollona,
adormecedora, deshonesta y manipuladora de un socialismo del
siglo XXI que nadie ha sabido explicar.
También se cae (gracias a misma causa) el discurso de una
oposición esquiva, amañada, plagada de subterfugios de
supervivencia partidista y de oscuros “arreglos” que le han
permitido eludir, momentáneamente, la verdadera tempestad
que aqueja al país.
La confrontación de la nueva generación a la oligarquía
actual y pasada es total y no deja espacio a las retóricas
manipuladoras del pasado. Es una confrontación inequívoca y
llena de verdades quirúrgicas, modernas y desnudas de
cualquier tipo de adjetivos que empañen su límpida
transparencia.
El glásnost venezolano (apertura, transparencia o
franqueza), contradictoriamente no nos llega de algún
experimentado Gorbachov tropical, sino desde las raíces más
frescas de una sociedad indiscutiblemente enraizada en el
espíritu democrático.
Qué agradecidos deberemos de estar, de ahora en adelante,
por esta esperada lección de transparencia que trasciende la
mezquindad de la política y se sumerge en las esencialidades
de la libertad.
Tengo que admitir, que pocas veces, sobre todo en los
últimos tiempos, hemos tenido la oportunidad de sentirnos
orgullosos de ser venezolanos: de ser venezolanos de una
Venezuela moderna que mira hacia el futuro y no hacia los
oscurantismos de pasados oprobiosos para la humanidad.
Es nuestro deber entonces, no sólo apoyar este esfuerzo tan
desnudo de intereses escondidos, sino hacerlos nuestros y
romper las trabas que entorpecen la unidad política y social
que ameritamos en estos momentos tan aciagos para nuestra
sociedad.
Mis más sinceros respetos a estos ciudadanos venezolanos que
se han tomado la responsabilidad de clarificar y rectificar
(con su postura) las mezquinas actitudes “políticas” que han
caracterizado a la oposición en los últimos tiempos.
Y en cuanto al chavismo, que vayan entendiendo que las
sociedades fuertes, como acotó Miranda en sus diarios,
existen de acuerdo a la fortaleza autocrítica de sus
ciudadanos:
“No las piedras duras, robustos leños, ni artificiosos
muros, forman las ciudades; más dondequiera que hay hombres
que sepan defenderse de si mismos, allí están las
fortificaciones, allí las ínclitas ciudades.” (Francisco de
Miranda – de sus diarios)