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El auge de una divinidad
por Liko Pérez
viernes, 9 marzo 2007


Discutiendo con un estudioso de los actos de fe, llegué a entender una de las posibles causas de su controvertida existencia.

Según él, el acto de fe se origina en la necesidad de conservación del individuo; es una manifestación del instinto de conservación que, en pocas palabras, sustituye la protección primaria de un padre o una madre real.

Sencillamente, se me ocurre que son los desprovistos de paternidad y/o maternidad bien definida los que buscan y encuentran la sustitución de la seguridad materna en un acto de fe.

Capitalizar la fe (la ilusión), es entonces materia importante a la hora de hacerse de una armada incondicional de creyentes sedientos de seguridad (un mismo padre para todos).

¿Quién gana con la capitalización de la fe?

Haz “el bien” en nombre de la fe y crearás el fundamento de tu propio bienestar es una premisa históricamente demostrable (al menos en innumerables casos).

¿Son Castro, Chávez, Kim Jong II y hasta Mugabe (si logran consagrarse de verdad) santos que saben utilizar a consciencia la represión (así como inconscientemente las dádivas) para usufructuar ese encandilador, y bastante universal acto de fe (que mientras más ciega sea la misma, mejor sirve)?

¿Será cierto que en nuestro país pululan gran cantidad de creyentes extraviados, que cualquier iletrado puede capitalizar?

El Líder, el Dios, el que decide, encuentra suelo abonado en la debilidad existencial de algunos venezolanos (sin olvidar a todos los que existen en el mundo entero).

Ni Darwin, ni las verdades científicas que hacen posible nuestro virtual éxodo planetario, son suficientemente convincentes para contrarrestar tal debilidad: la necesidad de un Dios.

Es muy posible que el sólo hecho de entenderlo, y la premeditada manipulación de tan poderosa debilidad social, sea un acto inconsciente de los hombres zafios; pero que sedientos de su propia necesidad existencial y malsanos en sus apetencias de crear “su propia y única realidad”, logran convertirse en quienes eficientemente logran manipular esa “divina circunstancia de fe”.

Así nacen los Kim Jong II, los Castro, los Mugabe y hasta los Chávez que pretenden adueñarse de nuestra colectividad, de nuestro mundo, de nuestro infinito universo.

La educación científica, las artes, y sobre todo el amor materno, son herramientas que entorpecen la represión de la libre individualidad de los seres humanos; y ni Chávez, ni Kim Jong II, ni ningún otro arribadillo hubieran podido lograr someter a todo un conglomerado ilustrado (y bien amado) sin la lapidaria circunstancia que un pasado inescrupuloso ha depositado en los flancos de nuestra averiada realidad social.

“…si Don Manuel y su discípulo Lázaro hubiesen confesado al pueblo su estado de creencia, este, el pueblo, no les habría entendido. Ni les habría creído, añado yo.”(Acotado de “San Manuel Bueno, mártir”, del escritor Miguel de Unamuno y a propósito de ser San Manuel Bueno (en la novela), el único no creyente del peregrino pueblo que lo santificó).

¡Moral y luces!, manifestó hasta el cansancio un sano iluminado; y a pesar de eso, fue utilizado como un Dios.

¿Será posible que al igual que en el “Don Manuel Bueno…” de Miguel de Unamuno, Bolívar, no hubiera podido confesar algo creíble sobre su propia fe?
 


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