Insurrección por
Liko Pérez
miércoles,
5
septiembre
2007
Un
muy esperado momento se ha hecho presente en el discurso
político nacional: el llamado a la última opción democrática
luego de haber agotado toda otra herramienta democrática
antecedente al artículo 350 de la constitución vigente.
El Comando Nacional de la Resistencia, a través de su vocero
Herman Escarrá, nos ha definitivamente planteado el final de
un camino plagado de condescendencia para cambiarlo por una
responsabilidad ineludible: la insurrección o desobediencia
civil como última alternativa.
Para quienes no entiendan lo que esto significa quiero
aclarar que esta frontal decisión implica no sólo una
escalada en las contradicciones sociopolíticas sino también
un sano reconocimiento al rotundo fracaso de las
negociaciones que deberían de haber sido amparadas por un
orden democrático medianamente satisfactorio.
De hecho, tal decisión implica la declaración de que el
gobierno actual, según la oposición democrática venezolana,
no está apegado a la praxis democrática sino que
evidentemente se manifiesta tiránico, dictatorial,
antidemocrático y manipulador de las herramientas que el
juego democrático ofrece para resolver las contradicciones
políticas que desde hace rato nos aquejan.
El llamado a la insurrección no debe ser tomado como una
orden de un general que tiene clara y bien dispuesta una
estrategia; sino que debe considerarse como el decisivo
rompimiento del hielo que nadie se había atrevido a romper
desde la comodidad del diálogo democrático.
Eso es lo importante.
El 350 no es de nadie en particular sino de toda la
población democrática del país. Por lo tanto, a aquellos que
requieren o “exigen” directivas para saber como actuar ante
esta nueva situación, les recuerdo que la responsabilidad es
de cada uno en particular: es una manera de tomar una nueva
actitud ante tanto desgaste conciliador, ante un enemigo que
se burla, manipula y amedrenta (de manera consecuente y
calculada) a todos los que se oponen a su gestión.
Lo que Herrman Escarrá nos ha dicho (con su investidura de
válido vocero de lo poco que queda de una oposición
independiente), es que ya es hora de utilizar otro lenguaje;
no ha dicho que él nos va a llevar de la mano en las
avalanchas militantes que son necesarias para voltear la
realidad (aunque no dudo que estará de primero), sino que
él, con toda seguridad, sí lo hará y, digo yo: quien lo
quiera seguir, que lo siga, que buena ayuda va a necesitar
en su inequívoca lucha por la defensa de la institución
democrática.
¿Cuál es nuestro trabajo? Nuestro trabajo estriba en que
todos los demócratas que aborrecen la satrapía fascista de
los auto-denominados salvadores de la humanidad, deben
concretarse y tratar de orquestar de modo propio las
posibilidades de un frente común.
Por fin se oyen voces que alientan una impredecible
creatividad.