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¿Preguntas democráticas?
por Liko Pérez
miércoles, 4 abril 2007


Se me ocurre que las democracias imperfectas son aquellas que crean adicción. Hablo de la distorsionada práctica de utilizar el poder para hacer “dependientes” a todos sus súbditos “independientes”; cosa posible desde la administración de prebendas que el orden democrático legitima.

¿Hablamos de la indefensión de súbditos democráticos? Sí, en la medida en que esa “democracia” cuartee la posibilidad de cuestionamientos al proceder del cual se es dependiente.

¿Pero cómo se explica eso, si les están dando dinero a los pobres…? Sí, pero también dándole dependencia, sumisión, obediencia obligada, subordinación. Si no… no se come.

¿Pero si son ellos mismos los que quieren recibir…? Sí, pero al igual que apuntó Sor Juana Inés de la Cruz:

¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga,
o el que paga por pecar?

De esta manera el clientelismo de estado, sin lugar a dudas, pervierte la libertad del individuo; ya que manteniendo a sus súbditos dependientes de la dádiva que los mantiene con vida, éstos no se atreven a disentir por miedo a perder la fuente de su sustento vital.

En realidad, para no utilizar eufemismos explicativos, el socialismo del siglo XXI, que nadie ha sabido explicar, no necesita explicación porque no existe; es sólo una nueva forma vulgar de disfrazar un viejo y eficiente autoritarismo (sea democrático o no) que, “de nuevo”, usufructúa “una nueva clase oligarca” (pero esta vez sin ningún tipo de limitación de poder). Y en ningún momento garantiza este mal llamado socialismo, el desarrollo de un programa proveedor de una viable garantía de “usufructo mínimo” (para todos sus ciudadanos, sin exclusión) de las bondades que logre disfrutar la sociedad en general.
Si algún día quisiéramos librarnos de la represión que puede ejercer la “mal delegada” administración democrática de nuestros bienes comunes, tendríamos que librarnos primero (lo más pronto posible) de las aberrantes prebendas que esa misma administración distribuye con perversa conciencia de la rentable dependencia esclavista que puede generar.

Indiscutiblemente, podríamos decir que permaneceremos subordinados siempre y cuando no seamos dueños de las posibilidades que nos brinden un sustento nacido de nuestra propia independencia (dentro de los márgenes que obligan respeto a las más elementales normativas de orden democrático).

Esas posibilidades, sólo se encuentran en la implementación de procesos de generación de bienestar libres de exagerados condicionamientos ideológicos o económicos, condicionamientos éstos categóricamente inoportunos, tanto si “el entorpecimiento” del desarrollo de ese bienestar lo causa El Estado, como si lo causa el libre capital.

Es el caso, que la economía informal (los buhoneros), tan mal vista y poco entendida por una gran mayoría de nuestra sociedad, crece escandalosamente en el socialismo del siglo XXI. Esta es simplemente una manera de reaccionar a la mordaza controladora de un estado que cada vez pierde más espacio influyente en el quehacer instintivo de los sedientos de libertad económica y social.

El hecho de que la manifestación actual sólo sea “informal”, no implica que ésta no tenga una validez socio-económica de peso, y en consecuencia, una muy interesante realidad a considerar.

En el fondo, lo único que ha resultado de esta debacle administrativa, es una espontánea necesidad de soluciones individuales que más bien deberían ser premiadas por los amantes de la libertad democrática (descartando, por supuesto, la vergonzosa corrupción individual de la cúpula del poder).

Tenemos tanto que aprender de las cosas que pasan (de sus causas y sus efectos), que bien debemos cuidarnos de saltar a destiempo y sermonear con prejuicios que ya no cuadran con la decrépita concepción de lo que, con fantasía, seguimos creyendo ser “nuestra realidad actual”.
Todo lo que nos pasa ahora encaja en esa nueva realidad descarnada que grita por la independencia de un yugo dadivoso institucional (parecido, pero peor aún, al antes llamado “cambur”), que no satisface, ni de lejos, las verdaderas necesidades de libertad de los individuos que conforman nuestra sociedad (cosa que es tan desastrosa hoy, como lo fue el deterioro de oportunidades alternativas de inclusión que generó una cuarta república inconsciente por su inmediata y ciega voracidad). Nuestra “nueva realidad”, simplemente, no es otra cosa sino “la traída a consciencia” de nuestra vernácula vieja realidad (negada por paliativos tan efectivos como los que impusieron “los cambures de antes”, las “mi negra” del futuro o “las regaladeras” indiscriminadas del gobierno actual).

En este momento, no sólo el régimen de Chávez tropieza con verdades incomodas. Sino que la oposición, también trancada en una distorsionada visión del cuadro socio-económico pasado, sigue sin entender las posibilidades de una contrarrevolución que transcurre a escondidas de sus añejas concepciones (ya que hablamos de las mismas fuerzas que hicieron posible la arrolladora llegada del chavismo).

Querer vender baratijas de manera ilegal (ya que no existe más nada que hacer en este colapsado país), para resolver el acuciante problema individual que se le presenta a la mayoría de nuestros conciudadanos, no debe de ser entonces materia denigrante a causa de un “supuesto” comportamiento inmoral.

Los buhoneros, asiduos creyentes de su fuerza individual para sobrevivir, e irrespetando normas que no se han respetado ni siquiera desde los poderes establecidos, nos están dando una clara lección de lucha por la libertad individual.

Entonces, la verdadera herramienta para contrarrestar el peligro que se le presenta hoy al gobierno, para frenar esa “idiosincrasia descarriada” (que lo llevó al poder e igual se lo puede quitar), es una renovación o perfección de la metodología educativa “revolucionaria”. Lo cual es una etapa más refinada de represión, ulterior a la conformación de un orden totalitario comunista.

Esa responsabilidad la encarna hoy el hermano de nuestro presidente, Adán Chávez, que indiscutiblemente, cien mil veces más eficiente que el Teniente Coronel Hugo Chávez Frías, muestra frialdad analítica y despego por la fanfarronería.

Aparentemente, Adán Chávez, sabe mejor que nadie que la creciente retórica conflictiva utilizada hasta ahora por su hermano Hugo ha cumplido su función y tiene que dejar paso a una más calificada política de penetración ideológica. Cosa que amerita un traslado de poderes a quienes sean capaces de transformar la obsoleta retórica actual en resultados revolucionarios más concretos.

En contra de dicha cruzada catequizante, experimenta el gobierno la reacción de una amplia gama de “soluciones individualistas” (como la de los buhoneros antes mencionados y la de una clase media ladina que no termina de dejarse doblegar). Cosa que sólo su hermano Hugo, terminando de quemar su barniz democrático en un esfuerzo final, podría solucionar. Ya que la merma progresiva del dinero que hasta ahora ha financiado la creciente demanda social (las dádivas que han permitido el avance de la revolución), y ya empeorada la economía por el proceso inflacionario que la misma ha creado, se le impone al ideal bolivariano la disyuntiva de ampliar la represión hacia “los mismos suyos” (los informales); y abandonar el desgastado discurso revolucionario que hasta ahora había funcionado sólo alimentado de arengas reconcomiosas contra el desastroso pasado de “la cuarta”, que ya va quedando olvidado; o más bien relegado a una historia cada vez más lejana y más difícil de manipular.

El verdadero peligro actual, para la democracia venezolana, es entonces el que representa el cargo de Adán Chávez y sus esfuerzos en apuntalar una educación doctrinaria de ideología comunista. Estrategia ésta que, con el tiempo, puede resultar mucho más eficiente a los intereses colectivistas del castrocomunismo, que todos esos programas (las misiones), que hasta ahora han subsistido gracias a estar ligados a “los bozales de arepa de corte capitalista”.

¿Será la batalla por el control de la educación nacional, hasta ahora en manos de las fuerzas liberales del país, tanto una esencialidad del gobierno para destruir su forma actual, como una esencialidad de la oposición para preservarla?

Mientras tanto, los buhoneros del país se organizan a la mejor manera de los mercaderes de las “plazas venecianas medievales” (donde se inventaron los bancos capitalistas); enseñándoles a sus hijos la única forma digna que hoy conocen para sobrevivir y dejar en claro, que la educación doctrinaria comunista (y su colectivismo dependiente de una cúpula regidora), no será tarea facil para los ladrones “quierelotodo sin reglas” que la insaciable pandilla que ostenta el poder bolivariano disfruta hoy en el país.


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