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Lobotomía general
por Eli Bravo

viernes, 23 julio 2004


Su padre fue asesinado por la dictadura. Su madre fue presidenta del país. De joven sumó sus ímpetus a la revolución y esgrimió su pluma al servicio de la causa como director del principal medio impreso del régimen, hasta que lo despidieron por revisionista, por cuestionar lo obvio, lo inaceptable. Hoy en día, 10 años después, se pregunta ¿valió la pena todo eso, todos los muertos, todo el sufrimiento de Nicaragua? Su respuesta es ambigua: se ganó soberanía y se perdió sangre. Se alimentó un sueño y se desnutrió una nación. El pasado no fue tiempo perdido, de eso está seguro, pero el futuro no fue ganancia sino deuda con sus congéneres. Las palabras de Carlos Fernando Chamorro, ex-director de Barricada, hijo de Violeta Chamorro y del famoso periodista Pedro Joaquín Chamorro, asesinado por los somocistas, son tan claras como el agua: “el voluntarismo hacia la revolución sepultó nuestro espíritu crítico y no fuimos capaces de ver el lado oscuro, las debilidades de nuestro proyecto”.

            Hay algo conmovedoramente revelador en el desencanto de aquellos que una noche se arroparon con la verdad y amanecieron con un resfrío.

            Interesante sin duda: para defender una nueva libertad, se calan hasta las orejas una boina que preserve de los elementos las convicciones, las seguridades, los compromisos. A la vuelta de un tiempo la gorra es parte de la cabeza. La ideología, un lóbulo cerebral.

            Es así como el voluntarismo se convierte en un filtro que solo permite ver aquello que interesa ver. Las impurezas quedan por fuera y el espíritu militante sigue inmune ante el virus de la autocrítica. Entonces quien dice que ha abierto los ojos termina atrapado en su propia ceguera. El mundo como una ilusión.

            ¿Dónde está la libertad de pensamiento del chavismo? Existe, de ello dan cuenta algunas rencillas internas, luchas por candidaturas regionales, distanciamiento de líderes, ascensos laterales hacia algún puesto inocuo o una embajada. Pero ¿dónde está la autocrítica del chavismo? La respuesta no es tan chata como decir que Chávez impide el disenso, o que nadie sube la voz por conveniencia o bozal de arepa. Claro que sobran mentes mercenarias y conciencias a sueldo, pero el silencio tiene raíces más profundas. Convencidos de su verdadera libertad, prefieren confundir el corral de la militancia con el territorio conquistado por la revolución. El voluntarismo se convierte en sucedáneo de la conciencia.

            Si hay algo que debemos aplaudir de la oposición es su pluralidad y tolerancia a las diferencias. En estos días de campaña electoral no han faltado críticas a la estrategia, a las decisiones, al liderazgo. Críticas que duelen, que llaman la atención y que, contrario a lo que se pueda pensar, no debilitan sino que refuerzan su estructura democrática. En los ejercicios de autocrítica que hace la oposición, en su capacidad de escuchar las diferencias, el mensaje que envía a la sociedad es que su llamado no es de militancia sino de participación. ¿Puede decir lo mismo el chavismo? La democracia participativa que propugna la revolución pareciera germinar solo dentro del corral de sus acólitos. Y no se oyen voces discrepantes en el rebaño.

            No voy a engañar al lector con la presunción de que ideología es solo la de la izquierda, o que libre pensador es cualquiera que se oponga al poder. Todos, de una forma u otra, vivimos dentro de un corsé ideológico, dentro de un paradigma o esquema de pensamiento. Lo importante es saber, y sobre todo, estar concientes, de cuán apretado resulta a nuestro espíritu, de hasta dónde nos deja respirar. Si además somos capaces de estirar ese corsé cada día más, si somos capaces de alterarlo y permitirle evolucionar, entonces disfrutaremos del placer de vivir para aprender y así aprenderemos a vivir mejor.

            Si por otro lado el corsé aplasta las costillas y la boina aprisiona la cabeza, puede que la euforia del momento brinde una sensación de seguridad y victoria.

Pero también puede que dentro de unos años escuchemos decir, en uno de esos programas que conmemoran fechas y eventos, palabras como las de Carlos Fernando Chamorro: el voluntarismo sepultó nuestro espíritu crítico.

¿Dónde está la autocrítica del chavismo?

¿Fueron víctimas de una lobotomía general?

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