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Nuestros dos destinos 
por Lucy Gómez  
sábado, 23 junio 2007


Dos posibles destinos se estructuran en sentidos opuestos, a toda velocidad, al alcance de la decisión de los afectados y al mismo tiempo. Dos destinos posibles para Venezuela.

Si los venezolanos querían un cambio y por eso votaron por Chávez en 1998, ahora no sólo tienen que escoger un modelo diferente de país, como aquello de cambiar la cuarta por la quinta.

Tienen dos.

Uno es el modelo socialista soviético que tuvo Europa Oriental, que sustituirá al socialismo democrático ofrecido hace ocho años, si Chávez sigue gobernando sin interrupciones sintomáticas mayores.

El otro es el modelo de país capitalista que tiene hoy Europa Oriental, después de la caída del Muro de Berlín, con alto nivel de renta per capita que sin menoscabar ningún derecho de la democracia liberal, logre derrotar la pobreza y encajar a todo el país en la modernidad y dignidad. Esquema político por el que pugna por lo menos medio país. Modelo derrotado en las urnas, pero emergente en las calles.

Si se impone definitivamente el modelo del que apenas nos permiten conocer un borrador proveniente de la comisión Presidencial encargada de la derogación de nuestra Constitución, tendremos una Venezuela donde la independencia económica, mental y emocional del Estado, que permitía disentir públicamente de sus políticas sin retaliaciones físicas y económicas, será solo un recuerdo.

Si se lucha lo suficiente para imponer la libertad de expresarse, de escoger y elegir al gobierno actual, y se le sustituye por la vía constitucional, poco a poco lograremos salir del puente estrecho que nos lleva al socialismo esclerosado que fracasó en todo el mundo, porque ni la felicidad ni la solidaridad, ni los precios bajos se han impuesto nunca por decreto.

Nadie tiene fáciles los días en Venezuela frente a este cruce de caminos. Siempre que se abandona una vía queda algo de nostalgia, de tristeza, de inconformidad. Para muchos de nosotros, los venezolanos, esa vía (la otra, cualquiera de las que he hablado) fue una esperanza, la posibilidad de otra vida mejor, de alcanzar un sueño.

Por otra parte, estamos demasiado divididos y nos hemos hecho el suficiente daño para que nadie asuma sin resistencia el proyecto del otro. La fea tentación de la violencia nos hace muecas del otro lado de la acera y nos atrae con su olor lleno de sangre.

La única bandera que se puede enarbolar sin que esa sangre asome es la de la reconciliación, aquella que agitan jóvenes universitarios sin demasiada experiencia en el know how de cómo no matarnos de nuevo. El avance es ineludible, como la decisión.

lucgomnt@yahoo.es    

 
 

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