Muy
recientemente fue destituido el ciudadano Erick Rodríguez,
quien fue designado Ministro de Salud por el presidente
Chávez hace menos de seis meses. No sé si tendrá el "record"
de ser el ministro que menos tiempo se mantuvo en su cargo
en la quinta república pero, en todo caso, debe estar cerca
del mismo, aventajado sólo por Carmona "el breve". Las
razones de su salida no las conozco, aunque algunos señalan
que se debió a unas declaraciones imprudentes dadas sobre el
hábito de fumar y la industria tabacalera en Venezuela. Las
mismas fueron consideradas absurdas ante la ausencia de
otras medidas más urgentes y necesarias en el área de la
salud. En los pocos meses de su gestión no se avizoró ningún
cambio importante en la forma en que el gobierno ha venido
enfrentando el problema de la salud de los venezolanos. Fue,
incluso, muy errático en la designación de por lo menos
algunos colaboradores.
Entiendo perfectamente que
desempeñó una posición difícil, no sólo por la situación
grave existente, sino porque la misma se ha hecho mucho más
compleja con la presencia de Cuba, la cual se desarrolla y
se organiza como un aparato paralelo al Ministerio de Salud,
directamente conectado con el gobierno cubano y con el
presidente Chávez, con más poder y más capacidad de decisión
que el propio ministerio, lo que crea situaciones
contradictorias muy negativas, que no permiten decidir una
línea de acción única a seguir en la materia y
que hace cargar al ministerio con todas las culpas, incluso
por aquéllas acciones que no son producto de sus decisiones
ni de sus actividades.
La situación se complica pues el
equipo cubano desarrolla no solamente labores de solidaridad
en el área asistencial, sino una actividad comercial en
salud de magnitud importante para la economía cubana,
actividades que muchas veces entran en contradicción entre
sí y con los intereses de la población. Un caso fácil de
entender por todo el mundo es el de los medicamentos
comercializados por Cuba y recetados y dispensados por los
médicos cubanos de Barrio Adentro.
Cuando un profesional de la
medicina de Cuba prescribe un medicamento y luego lo
dispensa al paciente, sabe que su país, necesitado de
divisas y víctima de un bloqueo asesino por parte del
imperialismo estadounidense, recibirá las tan necesarias
divisas. Esta situación real puede interferir con las
necesidades terapéuticas del paciente, quien termina siendo
tratado con medicamentos no necesariamente los óptimos en su
caso particular.
Nuestra legislación, entendiendo
perfectamente que este fenómeno se puede producir, impide
que se ejerzan simultáneamente las profesiones de médico o
farmacéutico. Se es uno o se es el otro. De hecho, los
médicos cubanos no recetan medicamentos venezolanos, que
pueden ser obtenidos en las farmacias o que podrían ser
dispensados a través de programas especiales. No lo hacen ni
siquiera en la situación de no disponer de medicamentos.
Dispensan sólo medicamentos cubanos, muchos de los cuales
son adquiridos por Cuba en países como la India. Estos
medicamentos ingresan al país sin control del Ministerio de
Salud, a diferencia de lo que ocurre con el resto de los
medicamentos que consumimos. Esta situación demuestra
claramente lo que señalábamos de la existencia de dos
aparatos en salud: El Ministerio de Salud, que es el
constitucional y responsable del sector, y el organizado por
los cubanos, que actúa independientemente con sus propios
criterios.
Algunas personas, cortas de
mente o con intereses distintos de la verdad, criticarán
como contrarrevolucionario el contenido de este artículo.
Dejo claro que siempre he sido y seguiré siendo solidario
con la revolución cubana. Ésta ha sido mi práctica en todas
las posiciones desempeñadas y los primeros en saberlo son
los propios cubanos. En el área de la salud es mucho lo que
tienen que enseñarnos y su solidaridad con el mundo
subdesarrollado no está en discusión.
Pero hay que entender también
que ciertos intereses pueden en determinados momentos pesar
más que otros y, en el caso Cuba-Venezuela, los intereses
comerciales están interfiriendo seriamente con los intereses
y las necesidades de salud de los venezolanos, por lo que
hay que redefinir la situación y ajustarla a los intereses
de todos, lo cual debería ser un proceso que proceda sin
traumatismos de ninguna clase.
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Artículo
publicado originalmente en La Otra Cara, año 2,
nº 27, mayo 2007 |