No
pretendo analizar las cifras del escrutinio ni la cuestión del
supuesto fraude informático. Dejo el tema a los especialistas.
Señalaré tres pilares sociológicos que sostienen el triunfo
avasallante del No: el clientelismo, la coacción y la convicción.
Una madre damnificada, con cuatro hijos con edades comprendidas
entre los 3 y los 10 años, está a la espera de un hogar desde hace
5 años. Ella está indignada porque ha cumplido con todos los
requisitos para ser beneficiaria de una vivienda y ahora corre el
riesgo de quedarse en la calle. Van a cerrar el refugio. El FUS,
su “interlocutor” institucional hasta ahora, ha prácticamente
desaparecido porque el financiamiento es ahora para las misiones.
Sin embargo, el FUS le tiene prometido un “cheque de 8 millones”
para poderse comprar una casita.
Pero tiene la obligación de asistir a las clases de la misión
Ribas en la noche. También le tienen prometida una beca de Bs.
200.000 que no termina de llegar. Ya llenó las planillas en
Banesco.
Le van a avisar dentro de poco. El 15A patrulleros y profesores de
la misión Ribas son la misma cosa.
El voto para ella no es secreto. Es un trámite más para ser
beneficiaria de los planes actuales del gobierno, financiados con
más de 3.000 millones de dólares procedentes de
Pdvsa.
Era “un paso más” de la maquinaria clientelar. En los sectores
populares no había libertad de elegir.
La coacción es que una semana antes de las elecciones, la zona del
oeste de Caracas donde está ubicado el refugio donde habita esa
madre estaba tomada militarmente. Las calles de los sectores
populares del país fueron tomadas por 118.000 soldados. A Irak,
los Estados Unidos han enviado más o menos 60.000 soldados. Al
verlos, esta madre decía: “si gana el Sí va a haber muertos. Ya
los soldados tomaron la calle”.
El “Plan República” no significa diferencia alguna entre el estado
de sitio permanente y el resguardo de los comicios. ¿Los soldados
estaban allí para resguardar al No? La confusión no era azarosa Un
soldado sigue siendo una amenaza. La amenaza militar hace parte de
la cotidianidad ordinaria.
La “convicción” del que defiende ciegamente al proceso, sin
necesariamente ser beneficiario material, es la “posesión”
política que ejerce el “mago de las emociones”.
En los
sectores socialmente menos favorecidos ello se combina con lazos
asistenciales ahora más íntimos y personales. “Los operativos son
buenos”, dicen, aun reconociendo las deficiencias. El registro de
la convicción es moral y premoderno: unos son “buenos” porque
practican la caridad.
Los otros son “malos” porque critican a los primeros. Más aún en
aquellos lugares donde lo único que quedaba antes de los médicos
cubanos era la emergencia de los hospitales públicos.
¿Cuál es la “legitimidad de origen” del “proceso” hoy? La forma en
que se relegitimó deja mucho que desear de un gobierno que se dice
progresista. El engranaje de estos tres factores es complejo y
poderoso. La adhesión no será pasajera.
