La matanza del pasado viernes en
la ciudad de Hula, en la que perecieron 108 personas, entre
ellos 49 niños y 34 mujeres, sirve para recordarnos que el
régimen de Bashar al Asad si bien no ha perdido a todos sus
aliados, al menos ha perdido toda medida, toda consideración
y parece no tener límites.
Huir hacia delante es una práctica recurrente en el régimen
de Bashar, táctica ésta que coloca a la comunidad
internacional en una situación comprometida. Fue Damasco
quien aceptó el plan de Annan y la mediación rusa, para
luego seguir masacrando a su población en las narices de los
observadores internacionales.
Mercantilista, militar y monárquico es el sistema de los
Bashar. El padre Hafez en 1982 mató a 46.000 personas, su
hijo va por 13.000, sin duda, una mórbida contabilidad
familiar. Es por ello que un cambio, resulta complicado,
casi imposible, en un país en el que no existe vida
política. Ni acuerdo entre protagonistas, ni victoria
militar, ni intervención de la comunidad internacional, es
decir, las tres formas de resolución de conflictos no
parecen adaptadas para el caso sirio.
Desde un punto de vista militar, aún con el visto bueno de
Rusia a una resolución del Consejo de Seguridad, las fuerzas
aliadas no están hoy en capacidad de hacerle la guerra a
Siria, cuyo ejército sigue cohesionado, sin mayores
deserciones, sin divisiones internas, ni religiosas, ni
ideológicas y con una capacidad de fuego intacta.
Desde un punto de vista político, en la actualidad sobran
los ejemplos (Afganistán, Irak, Libia) en los que ha quedado
comprobado que la superioridad tecnológica-militar de
occidente no se traduce necesariamente en superioridad
política.
Bashar sabe que occidente está casi de manos atadas, y es
por ello, que ha permitido la presencia internacional en su
territorio, una representación anecdótica de 300
observadores, desarmados, sin misión precisa que no sea,
simples actos de mediación local. Al tiempo que, el apoyo
casi incondicional de Putin, se refuerza en el hecho que
Rusia está de vuelta en la escena internacional y no quiere
seguir viendo como sus aliados caen cual moscas, a manos de
revoluciones que reciben un amplio y nada discreto apoyo
exterior. Por si fuera poco, Moscú, sabe que si occidente
ataca militarmente a Siria, es una manera de atacar a Irán,
el otro aliado del Kremlin.
Mientras la opinión pública internacional observa las
espantosas imágenes que por cuenta gotas llegan desde Siria,
Bashar gana tiempo, y así tratar de aplastar de una vez por
todas, la rebelión.
La opción militar prácticamente descartada, el presidente
Obama, en Camp David evocó ante Medvedev la “opción yemení”
basada en la salida de Bashar del poder, manteniéndose lo
esencial de su régimen. Es el proyecto que será presentado a
Putin el 18 de junio próximo en la cumbre del G20 en México.
Un cambio de régimen, en la continuidad. En la espera, la
masacre sigue su curso.
@LDeLION
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Artículo
originalmente publicado en el diario El Nuevo País. |