“No fue la
democracia, es la victoria de Dios y es a él a quien le
debemos ésta revolución”, gritaba un hombre en la plaza
Tahrir, tras el anuncio de la victoria del Hermano Musulmán
Mohamed Mursi como nuevo presidente de Egipto. Los
acontecimientos han transcurrido a tal velocidad, desde que
comenzó la primavera árabe, que ya pocos recuerdan que los
Hermanos Musulmanes habían prometido no participar en las
presidenciales.
No
obstante, pueden decir que no son un partido político sino
una confraternidad, en consecuencia no hay un líder, siendo
ésta la trampa perfecta para cualquier elección. Una
corriente religiosa en ella misma, una red social, más
antigua y más poderosa que Facebook. Los Hermanos Musulmanes
una asociación creada en 1928 y que en la actualidad además
de haber obtenido la victoria en las presidenciales
egipcias, es la matriz de los movimientos islamistas.
Durante los
primeros días de la primavera árabe egipcia los Hermanos
Musulmanes fueron discretos y hasta se oponían al movimiento
en crecimiento, por cuanto el mismo estropeaba la línea
táctica que ellos mantenían de confrontación calculada con
el régimen de Mubarak. Twitter, Facebook e Internet daban la
sensación a los analistas de que la era islamista se estaba
cerrando y su fin era solo cuestión de días. Occidente creyó
que la primavera árabe era una suerte de epónimo de la
primavera de Praga, por sus eslogans de dimensión
democrática y de exigencia y respeto por los derechos
humanos.
Luego llegó
el otoño islámico y la red de los Hermanos Musulmanes
comenzó a ocupar posiciones en la Plaza Tahrir, un recinto
que había comenzado a vaciarse. Los Hermanos Musulmanes
tenían la fuerza que les otorgaba el haber tejido durante
décadas una espesa red de sistemas de solidaridad, que una
vez transformados en estructuras de movilización política,
inmediatamente vendría el cobro de los dividendos
electorales. Mientras el ejército egipcio conservaba el
tesoro que significa el control del Estado, al igual que
ocurrió en 1981 luego del asesinato de Saddat.
Reislamización de las instituciones y de la sociedad en
general, similar a lo que ocurre hoy Túnez, es el proyecto
de los Hermanos Musulmanes. Pero el nuevo presidente egipcio
no tiene ni un tercio de los poderes de Mubarak, no puede
gobernar, ni legislar, no tiene ni ejército, ni Constitución
y sin embargo mete miedo, por el hecho de ser un islamista.
Dicho esto, el riesgo es menos en el plano militar, pero en
el plano político la duda, las interrogantes están a la
orden del día.
Respecto a
Israel, hay esperanza e inquietud ante el nuevo gobierno
egipcio. El oleoducto que lleva gas desde Egipto a Israel ha
sido saboteado en más de 20 ocasiones desde que comenzó la
primavera árabe. En agosto 2011 la embajada de Israel en El
Cairo fue saqueada e incendiada. En 1979 Israel y Egipto
firmaron la paz, podríamos decir que se trata de una paz
entre Estados pero no una paz entre ambos pueblos, es una
paz muy fría.
Occidente
debe estar muy atento y poner en perspectiva la continuidad
y la ruptura de las posiciones de muchos líderes de los
Hermanos Musulmanes comparando lo que decían en 1981 cuando
asesinaron a Saddat y lo que dicen y prometen hoy luego de
la caída de Mubarak.