Transcurridos
apenas veinte días desde que tropas georgianas trataron de
recuperar el control de las regiones separatistas de Abjasia
y Osetia del Sur, el presidente ruso, Medvedev, tras haber
aplastado a las fuerzas georgianas en un conflicto armado
que duró apenas cinco días, le ha anunciado al mundo entero,
que Rusia reconoce la independencia de dichas regiones
separatistas.
Sin duda, el joven presidente ruso, está dando muestras de
ser un hábil jugador de ajedrez político, al tiempo que la
Rusia del 2008, no es más la Unión Soviética en estado de
descomposición de los años 90. El orgullo nacional está en
boga, el pueblo ruso apoya masivamente a sus dirigentes en
el affaire georgiano, catapultados por el actual desarrollo
económico.
En consecuencia, el margen de maniobra de la Unión Europea
es muy débil, a pesar de haber obtenido un cese al fuego,
que de no haberse logrado, Georgia entera hoy estaría bajo
ocupación rusa. Desde algunas cancillerías europeas,
comienzan a culpabilizarse por haber reconocido en febrero
pasado, la independencia a Kosovo, y no solo Europa, también
los EE.UU. le habrían echado gasolina al fuego del orgullo
ruso al anunciar el despliegue de un escudo antimisiles en
territorio polaco. Elementos suficientes para que a los ojos
del Kremlin, broten razones de sobra, que justifiquen el
reciente accionar ruso en territorio georgiano.
De igual forma, el mundo diplomático se pregunta si Rusia
debe seguir ocupando un puesto en el G8, pero no hay que
olvidar, que en la batalla diplomática, Rusia, como segundo
productor petrolero del mundo y miembro permanente del
Consejo de Seguridad de la ONU, tiene sobrados mecanismos a
su favor. Así mismo, Moscú juega un importante rol en la
crisis nuclear iraní. En resumen, un blindaje que
prácticamente imposibilita cualquier medida de replica por
parte occidente, contra Putin y Medvedev.
Y por si fuera poco, Medvedev, acaba participar en
Tayikistán en una cumbre del Acuerdo de Cooperación de
Shangai, estructurado por Rusia y China, en el 2001, como
contrapeso a la influencia de la OTAN en la región y en el
que participan también cuatro ex repúblicas soviéticas de
Asia Central.
Así las cosas, el centro del universo pareciera estar hoy en
Moscú, desde donde Mikjail Gorbachev juega el rol de
Casandra, mientras, Dimitri Medvedev, firma decretos y se
burla del mundo entero.