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Casandra en Moscú
por Luis  DE LION
miércoles, 27 agosto 2008


Transcurridos apenas veinte días desde que tropas georgianas trataron de recuperar el control de las regiones separatistas de Abjasia y Osetia del Sur, el presidente ruso, Medvedev, tras haber aplastado a las fuerzas georgianas en un conflicto armado que duró apenas cinco días, le ha anunciado al mundo entero, que Rusia reconoce la independencia de dichas regiones separatistas.

Sin duda, el joven presidente ruso, está dando muestras de ser un hábil jugador de ajedrez político, al tiempo que la Rusia del 2008, no es más la Unión Soviética en estado de descomposición de los años 90. El orgullo nacional está en boga, el pueblo ruso apoya masivamente a sus dirigentes en el affaire georgiano, catapultados por el actual desarrollo económico.

En consecuencia, el margen de maniobra de la Unión Europea es muy débil, a pesar de haber obtenido un cese al fuego, que de no haberse logrado, Georgia entera hoy estaría bajo ocupación rusa. Desde algunas cancillerías europeas, comienzan a culpabilizarse por haber reconocido en febrero pasado, la independencia a Kosovo, y no solo Europa, también los EE.UU. le habrían echado gasolina al fuego del orgullo ruso al anunciar el despliegue de un escudo antimisiles en territorio polaco. Elementos suficientes para que a los ojos del Kremlin, broten razones de sobra, que justifiquen el reciente accionar ruso en territorio georgiano.

De igual forma, el mundo diplomático se pregunta si Rusia debe seguir ocupando un puesto en el G8, pero no hay que olvidar, que en la batalla diplomática, Rusia, como segundo productor petrolero del mundo y miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, tiene sobrados mecanismos a su favor. Así mismo, Moscú juega un importante rol en la crisis nuclear iraní. En resumen, un blindaje que prácticamente imposibilita cualquier medida de replica por parte occidente, contra Putin y Medvedev.

Y por si fuera poco, Medvedev, acaba participar en Tayikistán en una cumbre del Acuerdo de Cooperación de Shangai, estructurado por Rusia y China, en el 2001, como contrapeso a la influencia de la OTAN en la región y en el que participan también cuatro ex repúblicas soviéticas de Asia Central.

Así las cosas, el centro del universo pareciera estar hoy en Moscú, desde donde Mikjail Gorbachev juega el rol de Casandra, mientras, Dimitri Medvedev, firma decretos y se burla del mundo entero.


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