Idealista
e inexperto en política exterior, Obama, tenía urgencia en
quitarse de encima esa etiqueta, que tanto daño podría
causarle en las presidenciales de noviembre. El world
tour de Obama que finalizó en Londres, tras haber
recorrido siete países en ocho días, ha arrojado, al menos
en la forma, un balance positivo para el candidato
demócrata.
No obstante, la incierta estrategia de
política exterior de Obama, la fase europea de su gira, ha
puesto en perspectiva la idea que para algunos el candidato
demócrata es una suerte de John Kennedy negro y para otros
un Jimmy Carter negro. De momento, en su paso por Berlín,
Obama, fue más Kennedy que Carter, a pesar que su visita ha
tenido lugar en un Berlín muy distinto al de 1963. Entonces,
¿por qué haber escogido a Berlín como el epicentro de su
gira mundial? Y desde allí, pronunciar su discurso sobre
las relaciones trasatlánticas, delante de 500.000 personas,
al pie de la simbólica columna de la Victoria de Tiergarten.
Los EE. UU. han participado en
momentos de gran fuerza histórica para Alemania, tras la
segunda guerra, los norteamericanos implementaron un puente
aéreo contra el bloqueo soviético, mientras desde Washington
se lanzaba el plan Marshall. Berlín partida en dos pedazos,
y tras Kennedy y su célebre
"Ich bin ein Berliner !",
Reagan también desde Berlín, le pidió a Gorbatchev que
tumbara el muro. En fin, toda la simbología de una
superpotencia, cuya grandeza es orgullo de sus ciudadanos y
Obama, le ha prometido a sus electores afianzar la imagen de
su país en el mundo entero.
Sin embargo, más allá de la simbología
y el efecto rockstar que Obama provoca en las multitudes,
algo estrechamente ligado al hecho que Obama no es
presidente de los EE.UU., de lograrlo, Obama, en su próximo
mensaje a los alemanes, le pedirá a estos, el envío de
soldados a Afganistán y allí veremos si la ilusión de las
masas se mantiene intacta.
Así mismo, otra de las razones por las
que Obama, escogió Berlín, en lugar de París o Londres,
radica en el hecho que Sarkozy tiene apenas un año en el
poder y Brown atraviesa una crisis de popularidad, en
cambio, Merkel, se ha afianzado como una verdadera jefe de
Estado europeo, la de mayor peso en estos momentos. Obama
igualmente sabe que no le conviene exponerse en Francia,
evitando revivir el fracaso de John Kerry, cuya francofilia,
le hizo daño en las pasadas elecciones norteamericanas.
Así
las cosas, de ser electo Obama, no habrá mayores cambios.
Forzosamente se inscribirá en la línea de sus predecesores
demócratas, es decir, poner mucha atención en los problemas
socio-económicos domésticos, en lugar de ejercer el rol de
gendarme del mundo. El tempo de seducción de Obama con sus
electores tiene más que ver con el lado idealista del
candidato demócrata, que con acciones comunes y corrientes,
y de realpolitik como el necesario refuerzo de la presencia
militar internacional en Afganistán. Obama tras su regreso a
los Estados Unidos, seguirá surfeando sobre la ola de la
América multicolor, buscando acrecentar el sueño de una
nación audaz y fraterna, tal y como previamente hicieron
Roosevelt y Kennedy.
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Artículo publicado originalmente en el diario El
Nuevo País |