La
semana pasada resultó problemática para la Unión Europea. La
principal preocupación fue el "No" irlandés al Tratado de
Lisboa; segundo, la búsqueda de soluciones a la crisis
petrolera, que produjo múltiples protestas contra los altos
precios del combustible. Al tiempo que el Consejo Europeo
decidió levantar las sanciones diplomáticas que pesaban
contra Cuba. Por lo que poco o nada se podía esperar del
Consejo Europeo que tuvo lugar entre jueves y viernes
pasados en Bruselas.
Entre bloqueos y aplazamientos, la UE decidió el miércoles
pasado dotarse de una normativa común para la expulsión de
inmigrantes en situación ilegal.
La llamada "directiva de retorno", inadvertida para la
opinión pública europea, es un compromiso inédito, en
materia de inmigración, entre los 27 Estados miembros. Esta
nueva ley desde ya levanta polémicas: las asociaciones de
inmigrantes la catalogan como "directiva de la vergüenza",
igualmente es rechazada por la extrema izquierda y por
diversas ONG.
El texto fue aprobado por el Parlamento Europeo, con 367
votos a favor, 206 contra y 109 abstenciones, y uno de los
puntos más controversiales está en la fijación a 18 meses
como duración máxima de retención de un inmigrante en
situación irregular y una prohibición de 5 años, antes de
que el inmigrante expulsado pueda nuevamente entrar en
territorio europeo.
Irlanda, Inglaterra y Dinamarca, por no formar parte del
espacio Schengen, quedan desligadas de la aplicación de la
"directiva de retorno".
En revancha, la nueva ley estipula que la detención del
extranjero en instancia de exclusión estará siempre bajo
estricto control judicial, e igualmente la directiva prevé
como garantía el recurso de una asistencia jurídica,
lingüística y médica para las personas en instancia de
expulsión del territorio europeo.
La UE ha estimado en ocho millones el número de inmigrantes
ilegales. Por ello y más allá del aspecto jurídico de la
"directiva retorno", desde el punto de vista político, el
bloque decidió colocar el tema migración como prioritario;
con la misma importancia que la seguridad.
Otro aspecto a tomar en cuenta es que los movimientos
migratorios no afectan de manera homogénea a los países
miembros. Así, en el caso de Francia es más un fantasma
electoral que otra cosa, mientras que en España e Italia la
inmigración es un problema que parece escaparse del control
oficial.
En ese sentido, el ponente de la "directiva de retorno", el
eurodiputado alemán Manfred Weber, del Partido Popular
Europeo, reconoció que el actual Gobierno español fue uno de
los que más había presionado "para endurecer la ley".
Por último, hay que considerar que la fecha de aprobación de
la directiva coincide con la crisis de adolescencia
institucional de la UE. Faltó una fuerza de convencimiento
(políticos y ONG están más pendientes de la ecología y de
las culturas aborígenes) para que los 27 entendieran que en
el camino hacia la emancipación política europea no deben
quedar cicatrices del acné de la intolerancia.
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Artículo publicado
originalmente en el diario El Universal. |