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Georgia paga caro su error
por Luis  DE LION
domingo, 17 agosto 2008


Los imperios siempre serán imperios, la Rusia de hoy no es menos. ¿A caso no lo sabían el presidente georgiano Mijaíl Saakashvili y su joven equipo de gobierno? Cuesta mucho creer que no lo supieran, de allí lo inexplicable de la iniciativa militar georgiana al origen del actual conflicto con Rusia.

Desde hace años, incluso décadas, que el estatuto de las regiones separatistas georgianas de; Osetia del Sur y Abjazia, era un tema de discusión y de tensión, entre Georgia y Rusia. Transcurridos casi 20 años desde la caída del muro de Berlín, desde Rusia, han tenido serios problemas para digerir todos los cambios tras la desaparición de la Unión Soviética, tiempo que Washington aprovechó muy bien para mover su piezas, mientras la Unión Europea, se negaba a emanciparse política y militarmente.

Georgia, a través de instituciones internacionales modernas, había logrado mantener a Moscú alejado de las provincias separatistas georgianas. Durante los últimos doce años, Tbilisi, había logrado bloquear el ingreso de Rusia a la OMC.

Eduard Shevardnadze, antiguo canciller soviético y presidente de su natal Georgia hasta el 2004, ha señalado que su país ha cometido “un grave error” al atacar militarmente la madrugada del pasado 9 de agosto la provincia de Osetia del Sur, provocando la inmediata y furiosa respuesta de parte del ejército ruso. “Georgia no ha debido bombardear a Tskhinvali, de una manera tan precipitada y sin preparación” continuó Shervardnadze, al tiempo que consideró que lo ocurrido no representa de manera alguna el inicio de una nueva guerra fría.

Tras la aplastante y expedita victoria del ejército ruso, y ante el avance de estos en territorio georgiano, el canciller francés y el propio presidente Sarkozy, se movilizaron y le presentaron de manera simultánea a las partes en conflicto, un documento sobre el cual quedaría estampado un acuerdo de paz. Dicho documento, hoy firmado tanto por Medvedev como por Saakashvili, establece que las fuerzas rusas deben regresar a las posiciones en que se encontraban antes del inicio de las hostilidades, así como también establece el regreso de las fuerzas georgianas a sus bases permanentes, las cuales abandonaron para atacar Osetia del Sur.

Así mismo, ante el rol de mensajero que jugó el presidente Sarkozy, en la actual crisis, quedaba en evidencia la falta que a Europa le hace una Constitución, herramienta indispensable para que la Unión Europea pueda actuar como una potencia política y militar. Ante dicha carencia, Sarkozy, se vio obligado a poner en el papel a Rusia y Georgia de igual a igual, algo que tanto a polacos como a ucranianos les ha producido, y con mucha razón, escalofríos, quedando nuevamente en el ambiente la fractura entre los atlantistas (pro OTAN) y la llamada vieja Europa.

Ahora bien, Sarkozy no es Chirac, ni Rusia tiene hoy los medios como para meterse en una nueva guerra fría, es por ello que la política de equilibrio que promulga Sarkozy parece la mas adecuada para evitar una escalada de las tensiones. En ese orden tanto Sarkozy, como Merkel ha tenido el coraje de decirle cara a cara a los nuevos miembros de la UE, que si bien sufrieron y padecieron de los designios soviéticos durante la guerra fría, pues bien, los designios norteamericanos no necesariamente los colocan al abrigo de nuevas pruebas dolorosas.

Sarkozy, y su estilo pragmático, con una fuerte dosis jurídica y prácticamente inmune a vestigios ideológicos, ha hecho que el actual conflicto, entre rusos y georgianos, se haya detenido en tiempo record. En la práctica es un estilo mucho mas constructivo que el que ha llevado adelante la administración Bush en la propia Georgia, donde durante años promulgaron y promovieron sentimientos nacionalistas georgianos y ahora justo cuando la cosa se puso color de hormiga, Washington reacciona con tardanza y sin un plan B.

La victoria rusa ha sido total, militar, estratégica y políticamente hablando. Pero ante la opinión pública Moscú mató un mosquito a punta de tanques, lo que una vez más le ha hecho a Putin acreedor de toda la antipatía de la comunidad internacional, pero lo mas grave es que eso a Putin le resbala. La manera expedita como Rusia aplastó a los georgianos, sin que la OTAN, ni Washington, ni muchos menos los europeos pudieran hacer nada, refuerza el orgullo imperial ruso.

En el plano político el documento firmado por las partes en conflicto, es completamente rusófilo. En el mismo no se habla de la integridad territorial de Georgia, sino de soberanía, con lo cual se abre para Moscú la perspectiva de una discusión internacional sobre el estatuto de Osetia y Abjazia, con la finalidad de que estos territorios queden definitivamente separados de Georgia. En lo que respecta al acuerdo de que ambas fuerzas militares regresen a sus puestos previos a la guerra, eso también favorece a Moscú, quien ya tiene sobre el terreno sus propias fuerzas de "paz" instaladas en dichas provincias desde 1990. Dicho acuerdo es sin duda un trago muy amargo para los georgianos.

Rusia, ha colocado a Georgia en un posición diplomática insostenible, ya que solo tenía dos opciones, bien sea Georgia aceptaba un acuerdo que deja de lado la cuestión de Osetia y Abjazia, lo cual en la practica es una capitulación, o el presidente georgiano se negaba a firmar y corría el riesgo que la guerra continuara, y con ella su país entero quedaría destruido. Felizmente el presidente georgiano optó por la primera de las opciones.

Una evidencia que ha venido acompañada de un discurso muy duro por parte de Medvedev quien ha dejado claro que Rusia se dispone a hacer respetar su zona de influencia, al tiempo que acepta la mediación internacional una vez que sus objetivos militares fueron alcanzados y es aquí donde la diferencia entre una herencia soviética y una herencia de la Rusia imperial es muy fina y prácticamente imperceptible.


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