"Hay que prepararse para lo
peor", declaró recientemente el Ministro de Exteriores
francés, Bernard Kouchner, en referencia a Irán. El
periodista que lo entrevistaba, le preguntó sobre el
significado de su frase, el jefe de la diplomacia francesa
respondió: “la guerra”.
Declaraciones por el estilo, podrían interpretarse como una
provocación o simple slogan de la diplomacia gala.
Militarmente hablando Francia dista mucho de tener los
medios para llevar a cabo lo expresado por Kouchner; la
principal arma de Francia, el portaviones Charles De Gaulle,
está en reparación en los astilleros de Toulon y no estará
listo antes del 2009.
No obstante, el lenguaje diplomático, por muy contundente
que su retórica pueda ser, y en ésta ocasión no es poca
cosa, guarda diversas interpretaciones y una de ellas, en
este caso particular, tiene que ver con el mensaje que la
diplomacia gala le envía a Alemania, su principal aliado
dentro de la Unión Europea, nación que a su vez se encuentra
encabezando la lista de países exportadores hacia Irán.
Desde Teherán, han respondido que se trata de una
provocación más por parte de Occidente. No debemos olvidar
que, de desafíos y de diplomacia contestataria, los ayatolás
pueden darle clases a la comunidad internacional.
Como quiera que sea, si París quiere realmente convencer al
mundo de su posición, debe prohibirle de manera inflexible e
inmediata, a las empresas francesas que sigan haciendo
negocios en Irán. En ese sentido, desde el Palacio del
Elíseo, un tímido comunicado emitido apenas minutos después
de las declaraciones del canciller galo, dejaba entrever que
el ejecutivo francés habría “recomendado” a las empresas
francesas no participar en ninguna licitación proveniente de
Irán.
Dicho esto, se perfila con claridad que la puesta en
práctica de unas, aún más rígidas sanciones económicas
contra Irán, es un asunto cuesta arriba. Alemania, que si
bien no forma parte del Consejo de Seguridad de la ONU,
podría verse forzada por ésta instancia, a disminuir los mil
millonarios depósitos en euros que el régimen iraní coloca
en la banca germana. Una decisión, que sin duda,
beneficiaría a la banca China, nación ésta que – a
diferencia de Alemania - sí es miembro permanente del
Consejo de Seguridad.
Pero más allá del efecto que puedan tener las sanciones
económicas, y por encima del peligro que para el mundo
constituye la bomba nuclear iraní, está el riesgo que
representa el régimen iraní en sí mismo y la cada vez mayor
sospecha, de las estrechas relaciones que guardaría Teherán
con grupos terroristas como; Hamas, Hezbollá y más
recientemente Hezbollá Latinoamérica.
Ante esto, queda preguntarnos si la diplomacia contestataria
es el arma idónea para luchar contra aquéllos estados
islámicos involucrados en esta suerte de terrorismo
multiforme, que ha reemplazado a las guerras mundiales.