A
seis años del peor ataque sufrido en la historia de los
Estados Unidos, podríamos afirmar que Ben Laden ha fracasado
en provocar una sublevación popular para hacer caer a los
gobiernos, bien sean estos equilibrados o corruptos, del
mundo musulmán. Sin embargo, las terroríficas intenciones
del ahora reluqueado líder de Al Qaeda, casi han logrado su
objetivo en Pakistán.
El general Pervez Musharraf, un hombre que milagrosamente ha
escapado ileso de los múltiples atentados que Al Qaeda le ha
hecho, viene ejerciendo la jefatura del Estado paquistaní,
desde 1999, tras darle un golpe de Estado al entonces Primer
Ministro Nawaz Sharif. El poderoso e influyente Ejército
paquistaní, bajo el mando del general Musharraf, dispone de
la mas disuasiva de las armas que existan, me refiero al
arma nuclear. En consecuencia, desde Occidente, y en
particular desde los EE.UU. a partir del 11 de septiembre
2001, no se han escatimado, ni disimulado, los esfuerzos por
mantener en el poder al general Musharraf y evitar así que
Ben Laden y sus talibanes infiltrados dentro del propio
ejército, así como también dentro del servicio secreto
paquistaní, logren ponerle la mano al arsenal atómico de
Pakistán.
Además de los infructuosos intentos de magnicidio, la
violencia que desde hace aproximadamente 5 años azota al
país, se ha venido recrudeciendo en los últimos meses ante
la cercanía de las elecciones legislativas y presidenciales.
Violencia que alcanzó uno de sus máximos niveles el pasado
10 de julio, cuando fue tomada por asalto la mezquita roja
de Islamabad, en la que se atrincheró un grupo de talibanes.
De esa manera, quedaba instalada en la sociedad paquistaní,
una sensación de inestabilidad, al tiempo que quedaba
prácticamente resquebrajado el régimen militar de Musharraf.
Un desequilibrio, abiertamente propiciado por Al Qaeda,
gracias a la influyente actividad que ejerce dentro y fuera
del ejército paquistaní. Si, la apocalíptica red que lidera
Ben Laden, logra hacerse del poder en Pakistán, el orden
internacional entraría en un terrorífico desequilibrio y
nadie estaría al abrigo de la incertidumbre que generaría
ésta nueva era nuclear.
Todo lo antes descrito,
constituye una realidad cada vez mas palpable, al punto que
una encuesta de la opinión pública paquistaní hecha pública
recientemente por la organización norteamericana Terror
Free Tomorrow, revela que la popularidad de Osama Ben
Laden es del 46%, frente al 38% de Musharraf y el 9% del
presidente de EE UU, George W. Bush.
Tiene mucho interés el mundo
occidental, no solo los EE.UU., en darle todo su apoyo a la
joven República Islámica de Pakistán. Un soporte urgente,
que no se detenga ante el miope sentido de lo “políticamente
correcto” del estilo del secretario de Estado adjunto de EE
UU, John Negroponte, quien dijo recientemente en Islamabad
que Pakistán necesita una "transición política democrática".
A decir, de la encuesta antes
citada, la situación en Pakistán, no está para poner en
práctica las cándidas ideas de ciertas élites del mundo
libre y democrático.