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11-S y Pakistán
por Luis  DE LION
jueves, 13 septiembre 2007


A seis años del peor ataque sufrido en la historia de los Estados Unidos, podríamos afirmar que Ben Laden ha fracasado en provocar una sublevación popular para hacer caer a los gobiernos, bien sean estos equilibrados o corruptos, del mundo musulmán. Sin embargo, las terroríficas intenciones del ahora reluqueado líder de Al Qaeda, casi han logrado su objetivo en Pakistán.

El general Pervez Musharraf, un hombre que milagrosamente ha escapado ileso de los múltiples atentados que Al Qaeda le ha hecho, viene ejerciendo la jefatura del Estado paquistaní, desde 1999, tras darle un golpe de Estado al entonces Primer Ministro Nawaz Sharif. El poderoso e influyente Ejército paquistaní, bajo el mando del general Musharraf, dispone de la mas disuasiva de las armas que existan, me refiero al arma nuclear. En consecuencia, desde Occidente, y en particular desde los EE.UU. a partir del 11 de septiembre 2001, no se han escatimado, ni disimulado, los esfuerzos por mantener en el poder al general Musharraf y evitar así que Ben Laden y sus talibanes infiltrados dentro del propio ejército, así como también dentro del servicio secreto paquistaní, logren ponerle la mano al arsenal atómico de Pakistán.

Además de los infructuosos intentos de magnicidio, la violencia que desde hace aproximadamente 5 años azota al país, se ha venido recrudeciendo en los últimos meses ante la cercanía de las elecciones legislativas y presidenciales. Violencia que alcanzó uno de sus máximos niveles el pasado 10 de julio, cuando fue tomada por asalto la mezquita roja de Islamabad, en la que se atrincheró un grupo de talibanes. De esa manera, quedaba instalada en la sociedad paquistaní, una sensación de inestabilidad, al tiempo que quedaba prácticamente resquebrajado el régimen militar de Musharraf.

Un desequilibrio, abiertamente propiciado por Al Qaeda, gracias a la influyente actividad que ejerce dentro y fuera del ejército paquistaní. Si, la apocalíptica red que lidera Ben Laden, logra hacerse del poder en Pakistán, el orden internacional entraría en un terrorífico desequilibrio y nadie estaría al abrigo de la incertidumbre que generaría ésta nueva era nuclear.

Todo lo antes descrito, constituye una realidad cada vez mas palpable, al punto que una encuesta de la opinión pública paquistaní hecha pública recientemente por la organización norteamericana Terror Free Tomorrow, revela que la popularidad de Osama Ben Laden es del 46%, frente al 38% de Musharraf y el 9% del presidente de EE UU, George W. Bush.

Tiene mucho interés el mundo occidental, no solo los EE.UU., en darle todo su apoyo a la joven República Islámica de Pakistán. Un soporte urgente, que no se detenga ante el miope sentido de lo “políticamente correcto” del estilo del secretario de Estado adjunto de EE UU, John Negroponte, quien dijo recientemente en Islamabad que Pakistán necesita una "transición política democrática".

A decir, de la encuesta antes citada, la situación en Pakistán, no está para poner en práctica las cándidas ideas de ciertas élites del mundo libre y democrático.


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