El
linchamiento moral y en ocasiones hasta físico al que son
sometidos los árbitros del mundo entero cada fin de semana,
junto con el alboroto que representan los mundiales cada 4
años, nos llevaría a pensar que los árbitros del fútbol son
seres especiales, sino masoquistas, los cuales a pesar de
jugar un papel determinante en los juegos de fútbol; son
ingratamente gratificados.
¿Será porque la profesión de árbitro es ingrata y punto?
¿Quiénes son las únicas
personas sobre la tierra capaces de soportar 90 minutos de
insultos e injurias?
¿Quiénes pasan sus domingos escoltados por policías?
¿Son los árbitros seres mentalmente sanos? Individuos que
además de estar muy mal pagados, deben guardar la calma a
cualquier precio o provocación. No hay duda que se trata de
una profesión admirable, ¿pero por quién?
Son personas dotadas de una
vocación al mismo nivel que la de la madre Teresa de Calcuta
o la del mismo José Gregorio Hernández.
Además de las indispensables
aptitudes físicas, los árbitros deben ser portadores de un
inquebrantable orgullo y rigidez mental, dado que les está
prohibido pedir excusas, mucho menos cambiar de opinión, ni
de responder a los insultos, ni a las agresiones físicas
vengan éstas de parte del público o de un jugador de esos
que ganan 150.000$ semanales.
En el pasado mundial 2002,
participaron 72 árbitros de entre los cuales sobresalían Ali
Bujsaim y Pierluigi Collina; el primero es más popular en su
país - los Emiratos Arabes Unidos - que los jugadores de la
selección nacional. Para Bujsaim era su tercer mundial
mundial y fue quien arbitró el encuentro de semifinales
entre Brasil y Holanda del pasado mundial de Francia 1998.
Collina, elegido por la FIFA
como el mejor árbitro del mundo durante los últimos 4 años,
además de su calvicie - producto de una alopecia juvenil -
ha logrado convertirse - hoy retirado - paradójicamente en
un árbitro popular, al tiempo que considera que como dos
ojos nunca podrán ver mas que 20 cámaras, el árbitro está en
la obligación de aferrarse a sus propios medios para tomar
las decisiones correctas, impregnándose de las diversas
culturas futbolísticas, analizando los equipos y no cayendo
en las trampas de simulación que algunos jugadores utilizan
magistralmente.
No vale la pena discutir cómo
selecciones mal llamadas favoritas (Italia y España) del
pasado mundial 2002, ante la evidente incapacidad de
derrotar abiertamente al equipo de Corea; tanto sus
dirigentes, jugadores y la prensa de cada uno de dichos
países, no dudaron en echarle la culpa de sus respectivas
derrotas a los árbitros, apoyados - italianos y españoles -
por el guabinoso y honesto presidente de la FIFA Sepp
Blatter, personaje que se niega rotundamente tanto a la
profesionalización de los árbitros, así como también a
dotarlos de todas las herramientas que hoy existen para que
estos puedan aplicar justicia sobre el terreno tal y como el
reglamento lo establece.