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Fútbol y sociedad
por Luis DE LION
lunes, 5 junio 2006
 

Comienza el mundial de fútbol Alemania 2006, y más allá de toda la expectativa y de los pronósticos, el fútbol visto como el entretenimiento más serio del mundo, nos lleva a plantearnos la interrogante, de si a través del fútbol podemos aprender como funciona y cuales son los valores de una sociedad determinada.

Los grupos sociales dicen mucho de sí mismos, a través de los pasatiempos colectivos. Fanaticadas, slogans y emblemas enmarcan el comportamiento de una multitud estructurada. Bajo ese formato, con el correr del tiempo el fútbol ha ido ganando en popularidad, al punto de ser hoy, un absoluto fenómeno planetario, que condensa y teatraliza, a través de una ficción llena de diversión y dramatismo, los valores fundamentales de toda sociedad.

Claro está, que nunca faltan los llamados “científicos sociales” que ven al fútbol como una suerte de opium de los pueblos, que se apodera de gigantescas masas en regresión; y otros como fue el caso, de Pierre Bourdieu en 1979, que se aventuró en calificar la pasión por el fútbol, como algo propio y exclusivo de las clases dominantes. Otros, como Umberto Eco, en 1987 escribieron – con argumentos de peso – que algunas sociedades llevaban a millones de personas a hablar de fútbol, con tal que no abordaran otros temas. Fue el caso en la Italia de Mussolini.

En el resto de Europa, a niveles locales, ediles e industriales, han promovido imagen, arriesgado riqueza y asentado su poder e influencia, dirigiendo equipos de fútbol a través de los cuales promovían una cierta concepción de la organización social. Fue el caso de la dinastía Agnelli, propietarios de Fiat y de la Juventus; de Achille Lauro, magnate naviero y presidente del Nápoles y más recientemente, el francés Bernard Tapie, dueño de Adidas y presidente del Olímpico de Marsella y Silvio Berlusconi, magnate de los medios, presidente del Milan y Primer Ministro de Italia.

Así las cosas, también encontramos a través de la pasión por el fútbol el fenómeno opuesto. Es decir, situaciones, en la que clubes, selecciones, estadios y juegos sirven de micrófonos a través de los cuales se reivindican reclamos y exigencias, que terminan por despertar la conciencia política de una sociedad determinada. En el mundial de Argentina en 1978, en plena dictadura militar, en algunos estadios se escuchaba el coro: “Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar”. Así mismo, en el mundial de México en 1986, aparecieron grafitis que rezaban: “Queremos frijoles, no goles”.

Sin duda, la extraordinaria popularidad del fútbol tiene mucho que ver con la capacidad que tiene éste pasatiempo para movilizar y al mismo tiempo mostrar identidades que van desde lo local hasta lo nacional. De igual manera, bien sea a través de simples espectadores o del mas virulento de los fanáticos, el fútbol es una excelente vitrina social donde se exponen, tanto las diferencias de edad, como las diferentes categorías socioprofesionales. Lamentablemente los extremistas, al igual que en política, han ocupado espacios en los estadios; xenofobia, exaltación de viejos valores, racismo y antisemitismo, llenan los slogans de estos fanáticos ultrosos, que vemos en los estadios de Madrid, París, Roma, Ámsterdam y Munich entre otras grandes ciudades europeas.

Este mundial Alemania 2006, será una excelente ocasión, no solo para desvirtuar todos aquéllos clichés que califican al fútbol como un pasatiempo fútil, también será valiosa la oportunidad para demostrarle a los ultrosos que sus espacios dentro de los estadios terminarán por reducirse a su mínima expresión. Dicho esto, nos esperan 30 fabulosos días, de puesta en escena, de valores fundamentales como el mérito, la solidaridad, la justicia, el trabajo en equipo, entre otros valores que desde siempre han marcado los procesos de identificación colectiva.
 

 
 
 
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